Comunicación

Traducción del artículo de MB (1968): Comunicazione non verbale e suoi rapporti con la comunicazione verbale, Rivista di Psicoanalisi N° 14.


Comunicaciones no verbales y su relación con la comunicación verbal
 
Consideraciones preliminares.
Los seres humanos se comunican entre sí a través de la palabra (hablada o escrita), los gestos y las actitudes, pudiéndose hablar entonces de lenguaje verbal y no verbal. Sin embargo, esta distinción no es suficiente, ya que es posible agregar otra variedad de comunicación entre los seres humanos, que no estaría incluida entre las mencionadas. Se trata de lo que podría llamarse comunicación directa entre dos personas que no hacen uso, en forma obvia o exclusiva, de las dos variedades precedentes. Es probable que dos personas que se aman establezcan un contacto y se comuniquen entre sí, no solo a través de palabras, gestos y acciones que pueden ser oídas y observadas por cualquiera, sino a través de un vínculo secreto, quizás más importante que lo observable.
Cada ser humano parece emanar una atmósfera especial entorno a sí. Cada uno, en frente a los demás, reacciona de modo complejo y múltiple, y, aparentemente, estas reacciones no son el resultado de algo que sea evidente a primera vista. Incluso los animales, por ejemplo, los perros, parecen estar dotados de una capacidad especial para captar al desconocido que entra en casa, y pueden llegar a expresar una desconfianza, a veces justificada, que no se basa, sin embargo, en nada obvio. Es posible que esta “atmósfera” sea el resultado de una captación inconsciente de gestos sutiles e imperceptibles y de significados que subyacen a las palabras, o que surja de un impacto más directo, que no haga uso de vehículos intermediarios: es difícil decir cuál de estas dos formas corresponde a la realidad. Lo que parece cierto es que la atmósfera que cada ser humano evoca en el otro se produce por algo que va más allá de las palabras o los gestos concretos, y que es en cada caso la resultante de un complejo de factores que se diferencia de los otros dos tipos de comunicación mencionados. Podemos, en conclusión, postular dos variedades generales de comunicación:
a) Aquella que comprende todas las formas de comunicación basadas en mensajes precisos y diferenciados, a la que podemos llamar variedad diferencial o tipo diferencial de comunicación.
b) Variedad integral de comunicación, que consiste en la transmisión de un complejo de mensajes, y se refiere a la atmósfera que es captada por todas o algunas de las personas con las que se establece un tipo especial de relación.

Distinción entre tema y vehículo de la comunicación.
Esta es una distinción fundamental que permite comprender mejor el problema. Aquello que se comunica constituye el tema, mientras que el instrumento, mediante el cual se efectúa o se recibe la comunicación es el vehículo. Existen los siguientes vehículos:
1)      Palabra, hablada o escrita (lenguaje verbal).
2)      Gestos, expresiones o acciones corporales que se reciben a través de los órganos de los sentidos. Aquellos que se reciben mediante la vista, como la mímica (variaciones más o menos fugaces de las expresiones corpóreas visibles) y la expresión fisionómica (expresiones corpóreas visibles más permanentes), y aquellos que se reciben a través del oído, como la entonación de la voz. El oído puede ser también receptor de expresiones constituidas por sonidos que no son palabras y que expresan admiración, protesta, aprobación (aplauso), agresión, etc. También la musculatura y el tacto pueden recibir comunicaciones: caricia o suave presión de una mano como expresión de amor. En los seres humanos, el envío de un mensaje directo al olfato es menos frecuente, y son inexistentes aquellos dirigidos al gusto. Todavía parece un poco esotérico pensar en el gusto de la leche materna como un vehículo de comunicación. Aun admitiendo que esto sucediera como consecuencia de una emoción, se trataría de una comunicación de segundo grado, un indicio de un estado emocional. En los casos considerados hay una clara diferencia entre el vehículo receptor del mensaje, que será este o aquel órgano sensorial, y el vehículo trasmisor, que en la totalidad de los casos es fundamentalmente una actividad de la musculatura estriada.
3)      Acciones que resultan de la actividad corporal pero que, una vez realizadas, subsisten por sí mismas. Por ejemplo, si un hombre encuentra al llegar a casa su estudio limpio y ordenado, con un florero con flores, etc. sabe que su mujer ha querido expresarle su amor de este modo. Lo mismo sucede si prepara su plato preferido.
4)      Comunicaciones que no corresponden a ninguna de las anteriores. Por ejemplo, la música y las artes plásticas. Las artes plásticas comunican mediante la reproducción de gestos o expresiones humanas, o a través de la tentativa de extraer su esencia abstracta para verterla o reproducirla en otros esquemas y modelos. Transmiten relaciones evocadoras que invaden y llenan el espíritu de posibilidades innumerables. En términos lógicos, tales artes, a partir de un determinado objeto mostrado, evocan en nosotros símbolos, clases generales, rebosantes de posibilidades concretas. Del símbolo, de la clase, de la función proposicional, cada uno elige posarse en aquellos objetos o elementos concretos que representan su historia personal o que mejor se adaptan a ella. La peculiaridad de la comunicación artística reside en el hecho de que transmite puntos de apoyo evocadores, zonas temáticas, que cada uno rellena de acuerdo con su ser y su devenir.
A estos cuatro grupos se les podría agregar uno ulterior, aparentemente de otro orden: la comunicación extrasensorial, de la cual sabemos muy poco y cuya existencia es discutida a pesar de ser reconocida por psicoanalistas y psicólogos. Habíamos hablado de la atmósfera que difunde cada uno, y considerado dos alternativas para la producción de este fenómeno: a través de gestos o acciones que la consciencia no percibe y a través de significados subyacentes al lenguaje o por vía directa. En el primer caso se trataría de una comunicación sensorial, en el segundo de una extrasensorial.
Cuadro clasificatorio de los distintos tipos de comunicación según el vehículo:
 
A Comunicación sensorial
1 Comunicación verbal (lenguaje, palabra escrita o hablada)
2 Comunicación no-verbal
a Gestos o expresiones corporales
b Acciones
c Producciones artísticas
d Comunicación directa de la “atmósfera”
B Comunicación extrasensorial: tipo de comunicación no verbal que comprende la comunicación directa de la “atmósfera” y aquella de mensajes bien determinados

La mayoría de los tipos de comunicación son no verbales [MB prefiere usar la expresión comunicación no verbal a lenguaje no verbal]. Esto no significa que el número total de comunicaciones no verbales individuales sea mayor que el de las comunicaciones verbales, que desempeñan un papel fundamental en la vida humana.

¿Qué se comunica?
El único tema u objeto de la comunicación es lo mental. Aun si la comunicación se refiere a algo relacionado con el mundo material, lo que comunico es mi experiencia subjetiva, el resultado de mi estudio u observación, o mis impresiones personales. Se trata entonces de fenómenos psíquicos. Lo único que podemos comunicar, sea en referencia al mundo externo o al mundo humano, son nuestras reacciones o experiencias psíquicas con respecto al objeto externo o interno.
Hay dos tipos de experiencias psíquicas comunicables: las emociones y los pensamientos.
-          Emociones: Si un niño ve a alguien llorando expresiva y sinceramente, captará su emoción y desarrollará en él mismo una análoga. Lo mismo sucede con la risa y otras emociones menos obvias. En estos casos, el individuo que experimenta una emoción la comunica al observador a través del vehículo sensorial. Lo que ha comunicado ha sido su estado de ánimo.
-          Pensamientos, juicios, razonamientos: Si con la ayuda del lenguaje se demuestra a otro que la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, se comunica una serie de relaciones entre pensamientos, un razonamiento. Lo mismo sucede cuando se describe un suceso: se enuncia una serie de juicios. En ambos casos, lo esencial es que se comunican series de relaciones, que en un caso se refieren a algo abstracto y en el otro a algo más concreto.
Resumiendo, lo que se comunica, el tema de la comunicación, son emociones y relaciones.
El segundo tema pertenece, por su esencia, al territorio de lo inteligible; la emoción, en cambio, como la sensación pura (por ejemplo, el dolor), tendría en sí un aspecto esencial ininteligible, entendiendo por inteligible algo que tiene relación con el pensamiento; sin embargo, la emoción sugiere, a quien la observa o experimenta, expresiones y formulaciones, adheridas a ella que sí son inteligibles. En otras palabras, un aspecto de la comunicación de la emoción (fenómeno que es en parte extraño al reino de lo inteligible) se efectúa a través de lo inteligible.
A menudo una misma comunicación comprende a ambos temas.
Nos podríamos preguntar si no existe un tercer tipo de comunicación: la actitud. Una actitud de un ser humano es el resultado de emociones y pensamientos que toman cuerpo en la acción, esta última implica movimiento, el cual es en sí extraño a la vida psíquica, y, como tal, incomunicable. La acción puede ser el resultado de emociones y pensamientos, pero entonces entra dentro de las categorías de los temas mencionados.

Las modalidades de la comunicación. Transmisión, información, comunicación en sí, evocación y provocación.
Cuando se comunica se está transmitiendo algo a quien recibe la comunicación. Existen diversas maneras o modalidades de transmitir un tema y conviene separarlas conceptualmente, porque en la práctica pueden realizarse juntas. Hay aspectos del propio ser o devenir que parecen incomunicables, otros, en cambio, son comunicables.
Es imposible comunicar el dolor en sí. Esto vale para todos los eventos corporales. Lo que se transmite o comunica en estos casos no es la experiencia, sino información sobre esa experiencia. Se puede llegar a bosquejar un cuadro impresionista que de un modo u otro transmitirá a quien escucha algo de esa experiencia interior, siempre y cuando sea satisfecha una condición imprescindible: que la persona que escucha haya padecido algo similar, cuyo recuerdo le permita reconstruir de un modo más o menos fiel el estado que se intentó transmitir. Sin embargo, nunca se podrá comunicar tal experiencia, solo se podrán hacer referencias a ella, comunicar sobre ella, informar.
Si se quiere demostrar que la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, nos encontramos en una situación completamente diferente. Cuando pensamos, ocurren en nosotros una serie de hechos subjetivos, como sensaciones internas (tensión muscular periocular, sensaciones cenestésicas, etc.), así como procesos metabólicos cerebrales por debajo del umbral de la percepción. Estos hechos no son comunicables en sí, y pertenecen al grupo que hemos considerado conformado por las cosas que son objeto de información. Sin embargo, al mismo tiempo, se desarrolla el proceso del razonamiento. Con la ayuda del lenguaje, tal proceso es comunicable en sí. El que lo sigue, recorre exactamente el mismo camino que quien lo comunica y se apodera de la totalidad de la experiencia, en tanto y en cuanto es psíquica. Estamos entonces ante una comunicación de algo en sí. En casos como este, el lenguaje tiene la misteriosa capacidad de transmitir y reproducir una experiencia psíquica en forma relativamente directa. Decimos relativamente, porque el contacto entre dos mentes se efectúa con el auxilio del lenguaje hablado o escrito, vale decir, a través de un vehículo. Puede, sin embargo, llamarse directa en cuanto es el pensamiento del comunicador el que ordena y configura el pensamiento del receptor; no es el sonido de sus palabras ni la forma de las letras aquello que constituye el objeto de la comunicación, sino el pensamiento contenido en esos vehículos. Se puede comunicar algo en sí mientras sea algo abstracto, pero nunca se puede comunicar una experiencia personal en sí, sea física o psíquica, solo se puede informar acerca de ella. Lo que hay de concreto en una experiencia física o psíquica es singular, es propio de cada uno y no se puede dar a otro. Concluimos, entonces, que las relaciones (de pensamiento) son comunicables en sí.
Existe una tercera modalidad de comunicación. En el ejemplo que dimos del niño que llora, la comunicación dirigida a él poseía el carácter o la modalidad de información, sin embargo, tenía también la capacidad de evocar, por resonancia, el mismo tipo de emoción, y es posible que estas dos propiedades vayan por canales diferentes. Se puede ver a alguien llorar sin sentirse conmovido y esto no depende solo de quien recibe, sino también de quien transmite la comunicación. Hay comunicaciones emocionales que por su estructura o modalidad poseen esta capacidad y otras que no: estamos entonces frente a una tercera modalidad de comunicación.
Sin embargo, surge la duda de si la evocación no coincide acaso con la comunicación en sí. Podemos responder que es posible evocar una emoción sin sentirla, o, al menos, sin sentirla plenamente, como puede ser un adulto que desea provocar la risa o el llanto en un niño; en este caso, lo menos que se puede decir es que, aun si la emoción es del mismo tipo, existe una diferencia cuantitativa entre quien transmite y quien recibe. También puede verificarse el caso en el que una actitud emocional de un individuo produzca en otro una emoción de diferente tipo. Podemos hablar entonces de provocación de la emoción (a veces la evocación es una variedad especial de provocación). Es obvio entonces que no se trata de una comunicación en sí: de hecho, ¿cómo podría comunicarse en sí algo que no se posee?
Existe todavía la posibilidad de que en algunos casos un estado emocional suscite un estado idéntico en otra persona, no a través de una evocación, sino a través de un contacto emocional directo, análogamente a lo que sucede en la transmisión de un razonamiento. Como en aquel caso, también aquí la transmisión sería directa solo en cuanto que es psíquica, desde el momento que requiere de un vehículo material: la expresión mímica. Podría ser, sin embargo, que ésta permita el contacto psíquico directo, el cual, a su vez, ponga en movimiento en el interlocutor ese misterioso proceso psíquico de reorganización de fuerzas y de fusión con otro, fenómenos que constituyen precisamente la emoción. En tal caso, un estado psíquico se comunicaría directamente a otra persona en la fusión: y sería una comunicación en sí. Un contacto de este tipo se produciría cuando se establece un contacto inconsciente entre dos personas, y este contacto constituiría el vínculo más sólido que podría entablarse entre los seres humanos: si esto fuese verdad, la comunicación en sí tendría una importancia fundamental.
Aunque todo esto es abstruso, difícil, y se refiere a cuestiones que están en la base del ser psíquico, es útil presentarlo, ya que puede abrir la posibilidad de futuras adquisiciones.
 
Función de la comunicación. La distancia entre los seres humanos.
La comunicación sirve para superar la distancia entre los seres humanos: la información es ya un primer contacto que rompe la soledad; la evocación se acerca más a la intimidad, y la comunicación en sí transforma, en cierto sentido, a dos seres en uno solo: cuando se trata de un razonamiento, se produce la comunidad del intelecto, cuando se trata de una emoción se produce algo que se asemeja a la comunión del ser. Es posible que nos esforcemos tanto por obtener comprensión intelectual porque, siendo esta la más accesible de las dos formas de comunicación en sí, nos da esperanza de alcanzar la segunda, aquella que todos anhelamos: la fusión con otro ser.  
 
Los dos polos de la comunicación: transmisor y receptor.
Es obvio que uno transmite y otro recibe la comunicación. Habíamos visto que el vehículo sensorial de la comunicación no es siempre el mismo de aquel que recibe la comunicación misma; y que también hay que tener presente que cada mensaje es descifrado por quien lo recibe según su propio modo de reaccionar en ese instante. Puede entonces suceder que aquel que se recibe sea diferente del transmitido, y esto por efecto de las deformaciones, supresiones y agregados que el receptor efectúa. Dittborn hizo el experimento de leer un breve texto con un contenido capaz de provocar emociones a un grupo de estudiantes. Al solicitárseles que reprodujera fielmente lo escuchado, los estudiantes producían versiones que en algunos casos presentaban notables disparidades con el texto que se les había leído.
En general, se podría decir que cada uno de nosotros irradia continuamente una cantidad de comunicaciones y que quienes las reciben son filtros activos que los seleccionan y elaboran. La comunicación ejerce una cierta acción en quien la recibe. En algunos casos esta acción es inherente a la comunicación misma, intrínseca a ella: por ejemplo, una información influye en quien la recibe transformándolo en alguien que sabe algo que antes ignoraba. En otros casos la acción es extrínseca a la comunicación en cuanto provoca reacciones: por ejemplo, una orden.

La estructura lógica de las comunicaciones no verbales inteligibles.
Algunas comunicaciones pertenecen al mundo de lo inteligible, mientras que otras proporcionan información sobre el aspecto puramente emocional de ciertos estados; habíamos mencionado también que ciertos estados emocionales pueden hacerse conocer mediante procesos en los que la inteligibilidad juega un papel.
La estructura lógica implícita o explícita de las comunicaciones no es siempre la misma y es posible hacer una neta distinción entre dos tipos de estructuras:
I: Comunicaciones que tienen la misma estructura lógica que se manifiesta en el lenguaje ordinario.  En estos casos el significado es obvio. Por ejemplo, el envío de rosas rojas a la mujer amada, o el regalo casi ritual de un puñal que el emperador de Japón ofrecía a los mandatarios caídos en desgracia, señalando la orden de hacerse el harakiri. Dar un beso, por cuanto es una acción compleja cuyo propósito o sentido puede ser vaciado o vuelto convencional, es inicialmente una expresión de afecto; los niños que sacan la lengua quieren manifestar desprecio o agresión.
Las manifestaciones de este tipo son múltiples y pueden adquirir una extrema sutileza que a veces vuelve difícil la comprensión. En el tratamiento psicoanalítico se ven en abundancia y es tarea del analista saber interpretarlas. Ejemplos:
1)      Un paciente padecía una profunda inhibición de la autoafirmación y tenía miedo a la autoridad, como resultado de fantasías agresivas que compensaba con actitudes cuidadosas y formales. En una sesión MB se las interpretó haciéndole constatar estos significados. Al final de esa sesión el paciente se levantó del diván, le dio la espalda, y se marchó sin saludar. Era obvio que tal acción significaba una mayor independencia y era un modo de expresar una cierta agresión en forma de descortesía, actitud completamente opuesta a la suya habitual.
2)      Otro paciente pasó por un período en el que llegaba tarde a la sesión. Habiéndoselo hecho notar (era un acto de rebelión) faltó una sesión y vino al día siguiente puntualmente, pero a la hora correspondiente al día anterior. En este acto fallido resulta claro que, contemporáneamente al impulso consciente a llegar puntual, se manifestaba una rebelión inconsciente a lo que había sentido como una orden por parte del analista. En la misma acción obedecía y se rebelaba. Aquí se introduce ya un aspecto más complejo, a través de la condensación, que se acerca al segundo tipo, aunque sin embargo es fácil formular el significado de esta acción en términos del lenguaje ordinario.
3)      A un agricultor en análisis, su timidez y temor le impedían imponerse y hacerse respetar. En muchas interpretaciones MB le había hecho notar numerosas acciones que revelaban un carácter muy dominante y coercitivo, similar al de su padre; sin embargo, tenía miedo de su propia agresión, por lo cual reaccionaba con actitudes sumisas. En una ocasión le habló de un cierto cultivo y MB, agricultor aficionado, cedió a la tentación de hacerle algunas preguntas sobre el tema, preguntas que no tenían utilidad para el tratamiento. El paciente respondió cortésmente y luego agregó con tono autoritario: “Volviendo al análisis…”; y habló de cuestiones pertinentes al mismo. Era evidente que le estaba reprochando perder el tiempo en cosas extrañas a la cura, y lo hacía en tono enérgico y vigoroso, en contraste con su habitual sometimiento. La interpretación en este sentido, produjo en él una gran descarga en forma de carcajada. En este ejemplo se reconoce otro aspecto de interés: el paciente habló y en este sentido hizo una comunicación verbal; sin embargo, el significado más profundo de su intervención no podría estar contenido solo en sus palabras, sino en el tono y la circunstancia en que las dijo. Otro tono y otra circunstancia podrían conferirles un significado diferente. El paciente, sirviéndose del lenguaje, hizo una comunicación no verbal. La estructura lógica de la comunicación era idéntica a la que se revela en el lenguaje ordinario.
II. Comunicaciones que presentan estructuras de manera incomprensible para la lógica de la vida cotidiana. Un joven paciente que manifestó un episodio psicótico se sacó un diente, después y como consecuencia de una pelea con el padre. Storch refiere que un esquizofrénico que se amputó un dedo y, al preguntársele por las razones, respondió que lo había hecho para demostrar que faltaba un lugar. Bunke cita el caso de otro esquizofrénico que fue al dentista porque un perro lo había mordido. En estos tres casos estamos frente a acciones a primera vista incomprensibles y que, aunque por su estructura pertenecen a la categoría de lo inteligible, no son inteligibles en términos de la lógica ordinaria de todos los días. Una estructura de este tipo se reencuentra en los sueños y en muchos síntomas neuróticos.
La reflexión sobre lo que muestra la experiencia analítica, nos lleva a concluir que, en cada ser humano, aun en el más normal, se verifican continuamente manifestaciones estructuradas según una lógica diferente a la del pensamiento científico. Estas son, en última instancia, las manifestaciones del Sistema Inconsciente, omnipresente en la vida humana detrás de las apariencias. Lo que resta de este trabajo estará dedicado a analizar desde diferentes puntos de vista estas manifestaciones que aparecen tanto en las comunicaciones verbales como en las no verbales.

La no-comunicación verbal o comunicación críptica o precomunicación.
La lógica del pensamiento simétrico.
Continuamente existen en cada ser humano estados de ánimo que por su complejidad y estructura no pueden ser traducidos al lenguaje habitual, estados cuya estructura formal no respeta, al menos en sus aspectos obvios, las leyes de la lógica de la vida cotidiana ni del pensamiento científico. En el fondo parece haber algo en cada estado de ánimo o afectivo que no puede permanecer en los límites de esta lógica, y ya que ésta es la que empleamos para comunicarnos, se deduce que el lenguaje ordinario es incapaz de comunicar adecuadamente un estado afectivo. Se puede informar sobre tal estado a una persona que ya lo haya experimentado, pero para expresarlo es necesaria una modificación bastante profunda de la estructura del lenguaje mismo.
En los ejemplos citados de Storch y Bunke los pacientes realizan acciones cuyo significado comunican con palabras. Tales comunicaciones resultan a primera vista incomprensibles: estamos ante una comunicación verbal que no comunica, a la que se puede llamar no-comunicación verbal. Como eventualmente es posible traducirla, también podría denominársela comunicación críptica o precomunicación. Hay que aclarar que hay comunicaciones de este tipo que no son verbales. En el análisis de los síntomas y de las asociaciones verbales de los pacientes enfrentamos constantemente enigmas de estructura incomprensible a primera vista. En estos casos el vehículo tiene importancia secundaria: lo que interesa, en cambio, es la estructura lógica que se manifiesta, mediante un vehículo que puede ser verbal o no verbal. Como el problema es bastante difícil, es mejor estudiarlo primero en una expresión verbal y aplicar luego lo aprendido en su análisis a la comunicación no verbal. Podremos constatar entonces las íntimas relaciones entre ambos procesos.
Caso de Bunke:
El inconsciente se rige por el principio de simetría, en virtud del cual se consideran como simétricas relaciones que, según la lógica usual, comúnmente llamada aristotélica, no lo son. En la proposición “Juan es el padre de Pedro” la relación entre Juan y Pedro no es simétrica, porque su inversa (Pedro es el hijo de Juan) no es idéntica. Pero en la proposición “Juan es hermano de Tomás” la relación entre ambos es simétrica. Ahora, si tratamos como simétricas relaciones que en la lógica usual no son simétricas, se torna comprensible el proceso lógico por el cual el paciente mordido por un perro consulta al dentista. Si el perro ha mordido al paciente, según la “lógica simétrica” el paciente ha mordido al perro, y en virtud de esta identidad el perro malo (que muerde) es igual al paciente malo (que también muerde). Hay un corolario del principio de simetría por el cual la parte es igual al todo (si A es parte de B, B es parte de A; si la totalidad de A está contenida en B, la totalidad de B está contenida en A, entonces A y B son idénticos). Si el paciente es malo también el diente (parte del paciente) es malo. Malo en sentido moral es una subclase de la clase de cosas malas. Malo en sentido físico es otra subclase, y la enfermedad es a su vez una subclase de la misma. Según el PS (principio de simetría) cada subclase es igual a la clase, en consecuencia malo moralmente resulta idéntico a enfermo (diente enfermo). El dentista cura dientes enfermos… ahora parece lógico que el paciente lo haya consultado porque un perro lo había mordido.

El proceso analítico como expresión verbal de la comunicación no verbal y como traducción de la no-comunicación verbal o comunicación críptica.
Si analizamos el proceso lógico descripto. Podemos caracterizarlo diciendo que consiste en la introducción de anillos de razonamiento en los cuales se aplica el principio de simetría en el contexto de una sucesión que acepta la existencia de relaciones asimétricas. Mediante este procedimiento puede volverse comprensible algo que inicialmente no lo era. Con su ayuda, podemos transformar una no-comunicación verbal en una comunicación (verbal).
Si algunas comunicaciones no verbales pueden ser expresadas mediante no-comunicaciones verbales (como de hecho sucede), es posible, por lo tanto, transformar una comunicación no verbal en una verbal. Esto es lo que, en su más profunda esencia, hace la totalidad del proceso terapéutico psicoanalítico. Una parte de este procedimiento, la interpretación de los sueños, apunta, en parte, a la transformación o traducción de una no-comunicación, o comunicación críptica (verbal o no verbal), en una comunicación verbal.
La importancia o extensión de este proceso se torna evidente si recordamos y consideramos que en nuestra vida psíquica el Inconsciente está en perpetua actividad, y que si pudiéramos hablar de proporciones diríamos que gran parte de esa actividad se rige por el PS y no se traduce nunca en expresiones verbales. Una parte es promovida al rango de no-comunicación verbal y entonces podemos tomarla y transformarla en comunicación verbal. Esta última, como Alicia en el país de las maravillas, es el único día de cumpleaños en medio de 364 días de no-cumpleaños.
Así las cosas, resulta más fácil expresar en forma precisa las referencias que se han hecho en la literatura psicoanalítica a los aspectos no verbales de la mente y su relación con la expresión verbal. M. Klein habla de “memories in feelings” y eventualmente las expresa en términos verbales. Por la naturaleza misma de las cosas, parece imposible expresar científicamente los resultados de las indagaciones de la mente sin hacer uso de la expresión verbal. Como, sin embargo, lo más esencial de la mente queda por fuera del ámbito de lo verbal, no queda otra alternativa, para penetrarlo, que traducirlo a alguna forma de expresión verbal que lo ponga al alcance de nuestro pensamiento. El objetivo no es tan desesperado si enfrentamos el problema del modo y con las herramientas que hemos ilustrado.
El problema más fundamental que se necesita resolver es si lo mental y no verbal en el Inconsciente es ininteligible en sí, o si alternativamente, pertenece al territorio de lo inteligible, solo que parece ininteligible. Un conjunto de sílabas y letras tiradas al azar no dicen nada, está fuera del territorio de lo inteligible, mientras que una frase escrita en una lengua desconocida es ininteligible solo para quien no conoce esa lengua. Análogamente, eso que vemos como el palpitar del Inconsciente más profundo, del inconsciente no reprimido, parece a primera vista radicalmente incongruente e ininteligible: tal sería una parte o un aspecto de la emoción como experiencia psíquica primaria, como puede ser el dolor, el calor, o cualquier otra sensación. Aunque este aspecto tiende a expresarse en relaciones, implícitas o explicitas, tales relaciones son extrañas e incomprensibles a primera vista y parecen ininteligibles. Sin embargo, si poseemos la clave, podemos traducirlo al lenguaje científico y volverlo comprensible. La clave, o al menos una clave, está constituida por las características del Sistema Inconsciente, que pueden expresarse lógicamente en forma precisa introduciendo el uso de relaciones simétricas en algunos casos en los cuales el lenguaje científico emplea relaciones asimétricas. 
La elucidación de este problema es fundamental para comprender el proceso terapéutico psicoanalítico y el funcionamiento de la mente humana en general. Es probable que, en el hombre, la mayoría de los procesos psíquicos importantes se expresen inicialmente, y esencialmente, con medios no verbales. Parecería que existe una relación muy peculiar entre la realidad psíquica (podríamos extender este concepto más allá de lo psíquico y decir: la realidad del mundo, la realidad del noúmeno) y el pensamiento, expresado en palabras. Inicialmente el sentir, que constituye la base fundamental del Inconsciente (y esto debería ser discutido extensamente), parecería completamente extraño al pensamiento y a la palabra. Sin embargo, el pensamiento expresado en palabras parece capaz, en cierto modo, de incluir y atraer a todo dentro de sí. Es paradojal considerar que el pensar, parte de la realidad, pueda contener toda la realidad, aunque sería necesario aclarar las relaciones existentes entre la parte y el todo, en este caso. Cada realidad puede, en cierto modo, ser expresada como pensamiento verbal, y en símbolos que se asemejan a la palabra, como los símbolos matemáticos. Supongamos un dolor: podemos describirlo como punzante o perforante, como estresante, sordo, etc. La realidad misma del dolor es extraña a la palabra y al pensamiento, es absolutamente inconmensurable con respecto a ellos; sin embargo, la imagen y el pensamiento que se expresan con la palabra hacen referencia a la experiencia de la realidad externa, física, y, con la ayuda de tal experiencia, se puede evocar un mundo que refleja de manera más o menos adecuada (para quien ha tenido experiencias similares) la realidad psíquica del dolor, es decir, la realidad interna. El proceso es similar a aquel por el cual en el dibujo se reproduce un efecto de perspectiva tridimensional a pesar de que las líneas sobre el papel estén trazadas solo en dos dimensiones. Es similar también al intento de incluir un círculo en un polígono: a medida que aumenta el número de lados, se va acercando al contorno del círculo, aunque para que coincidan el número de lados debe ser infinito.
El pensamiento verbal puede adecuarse cada vez más a cierta realidad psíquica, que puede ser en su esencia conceptualmente inconmensurable con ese pensamiento. El procedimiento de la cura analítica puede ser descripto desde este punto de vista como el esfuerzo siempre creciente por verter en términos verbales procesos psíquicos que, en su esencia inicial, son extraños a la palabra. Los contactos o las comunicaciones no verbales que se verifican entre analizando y analista son susceptibles de ser expresados eventualmente en palabras. Esto no significa que una parte al menos de la efectividad de tales contactos no sea independiente de su expresión verbal. De hecho, mucho del trabajo analítico, quizá la parte más importante, sucede fuera del ámbito de lo verbal. Lo mismo ocurre con los grandes sentimientos entre los seres humanos: el amor penetra más allá de la palabra. Sin embargo, una realidad oscura del ser exige, para la eficacia del tratamiento, que una parte del sentimiento se verbalice. Es evidente que no hay manera de curar mediante el análisis sin hacer uso de la interpretación, que es en esencia la verbalización de un proceso no verbal. La eficacia terapéutica está condicionada por la posibilidad de verter en el vaso de las palabras la realidad no verbal del ser. Cualquier comunicación no verbal, para devenir eficaz, debe, en última instancia, ser puesta en relación con alguna expresión verbal.
La relación que se instaura entre la realidad no verbal y la realidad del pensamiento expresado en palabras no es necesariamente una relación de 1 a 1, para emplear una expresión aritmética. Podría darse, prosiguiendo con esta comparación, que 10, 100 o 1000 de la realidad no verbal necesite de 1 de la realidad verbal. Esta última casi tendría un significado catalítico en el proceso de transformación. Su presencia, aunque sea infinitesimal, sería necesaria para el resultado terapéutico.
En un principio Freud habló de hacer consciente lo inconsciente. Con esta fórmula esquemática expresaba algo de aquella relación misteriosa entre la palabra y el Inconsciente, que es “la verdadera realidad psíquica; la cual, en su íntima naturaleza es tan desconocida como la realidad del mundo externo…”. Freud se dio cuenta de que tal formulación no correspondía del todo a la realidad: da la impresión de que la sintió como muy intelectual y quiso, por lo que parece, expresar la íntima relación que existe entre emoción y terapia diciendo que lo esencial en la cura es el vencimiento de las resistencias. Sin embargo, esta nueva formulación, que efectivamente agrega algo nuevo, no significaba excluir la importancia de la relación Consciente-Inconsciente en el análisis: el rol fundamental de la interpretación es un perpetuo testimonio de tal importancia.

Transmisión y recepción de la comunicación. Comunicabilidad y comunicación.
Un mensaje telefónico es, sin duda, una comunicación. Sin embargo, si caminando por la vereda escucho una voz proveniente de una ventana de un segundo piso, una mujer que canta mientras hace sus tareas, ¿es también una comunicación? Considerando estos dos ejemplos es posible establecer la diferencia entre comunicación y comunicabilidad. En el primer ejemplo es evidente la intencionalidad de comunicar algo, mientras que en el segundo no lo es. Ambos ejemplos, sin embargo, tienen en común el hecho de que la expresión contenida (mensaje en un caso, canto en el otro) es comunicable, vale decir que tiene la potencialidad de ser una comunicación: eso es comunicabilidad. Esta distinción es importante, porque una buena parte de las manifestaciones que el paciente produce en el tratamiento psicoanalítico no son, en realidad, comunicaciones, aunque implican comunicabilidad. Del mismo modo vagan por el espacio una gran cantidad de ondas que nadie a dirigido a nadie, pero que pueden ser captadas por algunos instrumentos construidos por el hombre.
Algunos piensan que todas las acciones de un paciente en análisis, ya sea durante la sesión o fuera de ella, por el solo hecho de ser contadas en análisis, son en el fondo mensajes o comunicaciones dirigidos al analista, o, mejor dicho, que el paciente tiene la intención de dirigírselos. Tal opinión se asocia por lo general a una concepción de la transferencia según la cual cualquier acción del paciente tiene un significado transferencial directamente dirigido al analista. Algunos analistas que sostienen este punto de vista tienden, antes o después, a interpretar todo en primera persona, aun cuando una acción dada esté referida obviamente a otra persona, e incluso si tal acción estuviera en relación con otra persona y fuera anterior a haber conocido al analista. Se podría suponer que estas opiniones están inspiradas en las orientaciones de M. Klein, aunque en verdad, su última obra: Narrative of a child analysis, en la cual expone en detalle su técnica, no parece favorable a la tesis de que tales opiniones fueran afirmadas por ella; en otras palabras, muchas interpretaciones de transferencia a las que hace referencia no parecen inspiradas en estas concepciones.
Este punto de vista no es el resultado de una observación exacta, sino más bien un preconcepto, un prejuicio, al que subyace una concepción imperfecta de la mente.
El problema puede extenderse también más allá del ámbito del análisis y ser formulado en forma general en la siguiente pregunta: ¿la distinción entre comunicabilidad y comunicación, que conceptualmente se presenta clara, existe también en la realidad de la vida psíquica? La comunicación puede definirse como una comunicabilidad dirigida, consciente o inconscientemente, a una otra persona; y es, entonces, una variedad de la segunda. Si toda comunicabilidad está dirigida a alguien, entonces en la práctica no es necesario distinguir entre comunicabilidad y comunicación, ya que la primera sería solo un aspecto de la segunda.

Expresiones en lógica simbólica de las diferencias entre comunicaciones consciente e inconscientes. El misterio de la relación Consciente-inconsciente.
Para intentar resolver este problema, es necesario considerar que la comunicabilidad está ligada a la inteligibilidad. Lo comunicable es también inteligible, efectiva o potencialmente. Se podría pensar que, si un ser humano expresa algo inteligible, en acciones o en palabras, eso que expresa está dirigido a otro que sea capaz de comprenderlo: no es sin embargo obvio que las cosas sean necesariamente así. Es cierto que las reacciones humanas que estudiamos en el psicoanálisis siempre tienen que ver con las relaciones emocionales con otras personas, para empezar, con la madre; son reacciones a acciones y actitudes de otra persona, aun en los casos en los cuales la fuerza de los propios instintos, y no lo que la otra persona ha hecho, sea el factor preponderante. Sin embargo, el problema que interesa está en establecer, antes que nada, si tales reacciones a algo que otra persona hace están siempre dirigidas a esa otra persona: la respuesta parece ser afirmativa. La introyección, la proyección, la represión y todos los mecanismos de defensa se refieren a la actividad mental ligada a impulsos instintivos y como tales están orientados hacia algo. Este algo es siempre alguien, si se consideran las manifestaciones instintivas no indiscriminadamente, sino solo aquellas que tienen que ver con la vida mental propiamente humana. Por lo tanto, podemos concluir que cada comunicabilidad está dirigida hacia alguien y entonces es comunicación.
Sin embargo, a la luz de la experiencia analítica, constatamos de pronto que hay un gran contraste entre la comunicación consciente y aquella del inconsciente. La primera está dirigida a un individuo o a un conjunto de individuos, mientras que la segunda se dirige a una imago. En la actividad inconsciente se ama, se odia, se teme a una persona dada (por ejemplo, el analista) en cuanto representa una determinada figura (por ejemplo, el padre). Una persona es fácilmente sustituible por otra que para el Inconsciente desempeña el mismo rol; y esto es en esencia lo que Freud ha llamado movilidad de carga (catexia) del Sistema Inconsciente. En las relaciones inconscientes de una persona con otra, esta no existe como individuo, sino solo en cuanto representa una imago. En términos de lógica simbólica, el Sistema Inconsciente establece contactos (emocionales) con un individuo, solo en cuanto este representa a una cierta clase, o, en otras palabras, en cuando expresa la función proposicional que define a esa clase. A lo mejor podemos dar un paso adelante y decir que el Sistema Inconsciente establece contactos solamente con funciones proposicionales que definen alguna actividad. La introducción de la limitación mencionada (actividad) merece ser explicada. Las imágenes del padre o de la madre tienen sentido en la medida en que son activas, por ejemplo, aman, dan, odian, agreden, etc. Parecería que el sistema Inconsciente, que se apoya en lo instintivo se interesa por alguien solo en cuanto ese alguien hace algo.
Ahora estamos en condiciones de responder a la pregunta que nos habíamos hecho, y la respuesta es que cada manifestación psíquica sería en el fondo una comunicación, pero aquellas que surgen del Inconsciente están dirigidas a símbolos o clases o a funciones proposicionales, mientras que aquellas conscientes (o preconscientes) se refieren a individuos o a grupos de individuos concretos.
Desde el punto de vista de la técnica psicoanalítica es importante hacer esta distinción, y establecer claramente cuando una manifestación observada se refiere al analista como individuo concreto o como símbolo, o, cosa muy frecuente, al analista como ambas cosas. Un error en este sentido puede provocar reacciones críticas por parte del paciente, que no son resultado del conflicto, sino de un desacuerdo justificado

Interrelación y mezcla de los dos tipos de comunicación.
Como venimos diciendo, la comunicación consciente se dirige a individuos concretos, la inconsciente a imágenes o símbolos, o funciones proposicionales que definen una actividad. Sin embargo, una reflexión ulterior, lleva a ver que esta distinción no es fácil de sostener si se la somete a un examen más penetrante. Cuando llamo por teléfono a mi amigo Francisco y acuerdo encontrarme con él en un determinado lugar para darle un libro que necesita, es obvio que las comunicaciones entre nosotros, y las acciones correspondientes, son concretas y no de tipo genérico: Francisco es un individuo y no una imago, y naturalmente no puede ser sustituido por otro en tanto y en cuanto mi comunicación conserve su significado inicial. Algo similar puede decirse de los otros elementos de este conjunto de comunicación-acción. Si quiero encontrarme con Francisco debo llegar al lugar indicado a la hora indicada, y si quiero ayudarlo tengo que llevar el libro que él quiere y no otro. En este caso no basta, para que el encuentro y su objetivo sean llevados a cabo, la manipulación de conceptos generales y símbolos, imagos y funciones proposicionales. ¡Qué gran diferencia con aquellas comunicaciones o acciones con las cuales se expresa el Sistema Inconsciente! Si Francisco es, por ejemplo, una imago de padre o de hermano, puede ser sustituido por otro individuo que representa lo mismo. Si el libro conlleva el significado de regalo oral, como lo es en último análisis la leche materna, puede ser sustituido con relativa facilidad por alguna otra cosa. Vemos entonces que mientras los contactos de tipo consciente se mueven en el mundo de lo concreto e insustituible, en aquellos de tipo inconsciente tenemos que vérnoslas con un mundo más fluido y nebuloso de imágenes, símbolos, funciones proposicionales que definen una actividad.
Si de las comunicaciones concretas entre los seres humanos, que apuntan a actividades concretas, pasamos a considerar las relaciones emocionales nos adentramos de pronto en un terreno mucho más oscuro. Imaginemos un joven sano, equilibrado, “normal”, que se enamora de una bella muchacha, dulce y sensible, ella también sana, equilibrada y normal, que corresponde a su sentimiento. Se casan y viven felices, fundan una familia modelo, se aman mutuamente y tienen cuatro o cinco hijos. Su vida se desarrolla en un ambiente lleno de alegría, bondad y salud, cada uno desempeña bien sus tareas, y el contacto entre ellos es personal e íntimo. Ella es, para él, ella y no otra, y viceversa. Lo mismo sucede con respecto a los hijos. Las actividades concretas son ordenadas y armoniosas. Pero avancemos un poco más. ¿Por qué la ama él? Mucho elementos confluyen en esa emoción llena de riqueza que llamamos amor. Se podría decir con Amado Nervo:
 
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!


Podría describir su emoción de otro modo, pero en todos los casos podrá constatarse que en cada faceta de su amor la mujer amada representa una imago, un símbolo, una función proposicional. Veamos: la sonrisa suscita profundas resonancias, que, como para Leonardo la sonrisa de la Mona Lisa, lo remontan a la bondad de su madre, de su madre real, quien, en el curso del desarrollo, sin cesar de ser real, en su intimidad se volvió una imago y se perpetuó en una introyección, que él ahora proyecta en su amada.
Su amada resulta una imago, un símbolo, y lo mismo podría decirse del blanco o del bronce de su piel, que evoca la íntima satisfacción del cálido don del amor, de la ausencia de toda agresión. Su espíritu satisface su necesidad de recibir armonía, bondad y tantas otras cosas. La persona amada representa una rica condensación de imagos y símbolos definidos por funciones proposicionales: la persona amada es una rica multiplicidad de clases.
Vistas así las cosas se puede preguntar: ¿qué hay de peculiar en esta mujer que su esposo ama tan concretamente? Desde el punto de vista lógico, considerado ahora, resulta que lo que singulariza y distingue a esta persona de las otras es la particular confluencia de un determinado conjunto de imagos o funciones proposicionales. En términos lógicos se podría definir a esta persona diciendo que para aquel que la ama ella representa la intersección de un cierto número de clases determinadas. Dado un alto número de clases pertenecientes a las relaciones emocionales humanas, las combinaciones posibles son extremadamente numerosas, y cada una de ellas podría diferenciar a un individuo de otro de un modo absolutamente preciso.
Resulta entonces que, visto desde el punto de vista del Sistema Inconsciente, el significado emocional que un ser humano tiene para otro, el conjunto de comunicabilidad y comunicaciones que lo caracterizan, puede definirse como la intersección de un conjunto de imagos, símbolos o funciones proposicionales. Conceptualmente esto es claro y preciso, si bien es cierto que puede resultar difícil definir todas las funciones proposicionales que concurren a determinar el significado que un cierto individuo representa para otro.
Se puede preguntar: ¿dónde reside lo que hay de concreto en las relaciones emocionales entre los seres humanos? La respuesta no es fácil y en cierto sentido recuerda la dificultad en la que se debate la física contemporánea, merced a cuyos estudios la materia se fue esfumando en términos de ondas, ondas que no vibran, ondas de probabilidad. Lo que había de sólido en nuestras sensaciones se deshizo. La intercambiabilidad entre materia y energía es un aspecto de este misterio. ¿Qué decir de la distinción neta entre ambas si una puede transformarse en la otra? No sé si es posible responder a estas preguntas, pero parece evidente el paralelo entre la física y las reflexiones psicológicas. El individuo concreto se fragmenta y disuelve en funciones proposicionales, que son abstractas, del mismo modo de la materia, sólida y palpable, se concibe en términos de energía o de ondas, también abstractas.
A lo mejor todo esto representa solo un problema epistemológico, a lo mejor el proyecto de expresar adecuadamente la realidad en conceptos es uno demasiado ambicioso, imposible de realizar. Para hacer un parangón: un vaso pintado puede dar una impresión bastante vívida de la realidad, pero es incapaz de contener líquido.
De estas consideraciones resulta que es más fácil comprender el Inconsciente que la Consciencia. Cuando Freud inició sus investigaciones, el inconsciente aparecía como un mundo inmenso, inexplorado y difícil. Con sus geniales intuiciones y especialmente con su definición de las características del inconsciente, abrió la posibilidad de entrar en este mundo, y hoy parece posible definirlo con precisión conceptual en términos de una lógica que emplea el principio de simetría, implícito en la descripción de las características del Sistema Inconsciente. Mientras tanto el fenómeno que llamamos consciencia, no ha sido iluminado y permaneció tan oscuro que, paradójicamente, llegó a ser más opaco a nuestra comprensión que el Sistema Inconsciente. Hoy es más fácil comprender que un ser humano es un punto de intersección de numerosas funciones proposicionales, que comprenderlo como un ser concreto. Es una situación curiosa, comparable a aquella en la cual se encuentra la física.
 
Las palabras pueden ser vehículos de la comunicación no verbal.
La comunicación más obvia conectada a la palabra es el significado del discurso. Sin embargo, su capacidad de comunicación no se agota aquí. A través del lenguaje, hablado o escrito, discurren vastas corrientes de expresión que le confieren una riqueza y un misterio pleno de significado y de potencia. Si alguien está en el umbral de su casa y un conocido pasa y se detiene a conversar, el dueño de casa puede, con una frase, invitarlo a entrar. Según sea la entonación de la voz y la mímica facial, el invitado tomará a esa frase como una calurosa bienvenida o como una cortesía formal, una indiferente aceptación de una posibilidad o una sugerencia de marcharse. En la vida cotidiana, a menudo expresa más el modo con que se dice algo que el contenido del discurso. “C’est le ton qui fait la chanson”.
En el lenguaje escrito la grafología ha descubierto una cantidad de expresiones no verbales del carácter, entendiendo por verbal aquello que se refiere al significado y no a los aspectos sensoriales o materiales del lenguaje o escritura.
Aun considerando el contenido mismo del lenguaje (y aquí no hay diferencia entre el lenguaje escrito o hablado), vemos que, de hecho, su principal significado está atravesado por una cantidad de significados transversales y oblicuos, como las palabras que se leen en un acróstico, más sin utilizar el truco de la lectura del acróstico. Sucede así que el estilo de una persona expresa sus características peculiares, y dos personas distintas puede transmitir el mismo pensamiento evocando resonancias muy diversas.
Freud explicó que los actos fallidos revelan, por sí decirlo, irrupciones del inconsciente. En la práctica analítica estamos habituados a considerar numerosas manifestaciones del lenguaje que, sin ser actos fallidos, tienen en común con ellos el ser irrupciones del inconsciente. La elección de una palabra en vez de otra casi equivalente, el pronunciar una frase en un momento y no en otro, ser preciso en ocasiones en las cuales se suele ser vago, todos estos aspectos y otros más, sirven para agregar elementos al discurso que crean una atmósfera en torno a su significado evidente, es decir, a la función proposicional del lenguaje. Toda esta rica trama no es explícitamente proposicional y no corresponde a la función obvia de la palabra. Si por lenguaje entendemos no solo aquello que se refiere a la función proposicional, entonces, considerando todo este rico conjunto, que en algunos aspectos es verbal, pero no proposicional de manera directa, y en otros no es ni siquiera verbal (por ejemplo, el hecho de especificar o no, que no se refiere a la mayor o menor especificación sino a la oportunidad), estamos plenamente autorizados a decir que cada comunicación proposicional es a la vez una riquísima trama de comunicaciones no verbales, que se implementan mediante y con la ayuda de las palabras.
“De la abundancia del corazón habla la boca”.
Si pensamos que a todo aquello que comunicamos le corresponde una vida interior, una vida que reacciona constantemente al devenir, ya sea del mundo externo o del interior de nosotros mismos, podemos considerar que la sucesión de tales reacciones representa una forma de comunicación que puede volverse accesible a quien sepa leerla, ya sea un observador externo o el individuo mismo. En este último caso podemos hablar de auto comunicación o relación consigo mismo. El psicoanalista observa y escucha a su paciente, dando un significado a las relaciones que encuentra tras las manifestaciones, verbales o no, de su devenir. Muchas veces la simple sucesión de las manifestaciones psíquicas permite descubrir los procesos inconscientes subyacentes; otras veces los indicios provienen del contraste entre dos manifestaciones, de la omisión de algo que debería haber aparecido, o a la inversa, de la intrusión de un hecho aparentemente incongruente. En toda esta mezcla de verbal y no verbal, vemos cada día cuán importante es la función de comunicación no verbal llevada a cabo por el lenguaje.
 
Comunicación, espacio y tiempo:
Cada comunicación verbal conlleva, requiere y se realiza a través de un proceso psíquico que se despliega en el espacio-tiempo. La persona que comunica se encuentra en el espacio, y su comunicación lleva tiempo.
Los objetos de la comunicación son pensamientos o relaciones abstractas, mientras que la experiencia psíquica interna es incomunicable en sí. El objeto material puede ser dado, pero no comunicado. Los pensamientos y las relaciones abstractas son extraños a las categorías del tiempo y del espacio. Un círculo (como concepto) no está en ninguna parte real ni deviene en el tiempo. El pensamiento sobre un hecho concreto (por ejemplo: Juan fue al estadio a ver el partido de fútbol a las tres de la tarde) se refiere a cosas que se desarrollan en el espacio-tiempo, pero el pensamiento en cuanto tal, es decir, en su significado, o en las relaciones que expresa, es extraño al espacio y al tiempo, aun si para su producción sea necesario un ser que se manifiesta en el espacio-tiempo, y un proceso en él (el proceso de pensar) que también se desarrolla en el espacio-tiempo. Cuando alguien comunica un pensamiento, por ejemplo, por medio de la palabra, provoca o evoca en la persona que recibe la comunicación, un proceso espacio-temporal al término del cual sobreviene la captación de eso aespacial y atemporal que es el pensamiento. Esto es obvio y elemental y al mismo tiempo misterioso e incomprensible. Desde el nacimiento hasta la muerte el hombre camina por el espacio-tiempo en un continuo devenir, pero está contemporánea y perpetuamente ligado por hilos invisibles a otra realidad, tanto o más real para él: la realidad del pensamiento, que es extraña al espacio y al tiempo. Esta realidad está fuera de él, pero es también interna: existe en él. Aunque decir que es externa es una manera inadecuada de expresarlo, ya que alude a algo espacial. Sin embargo, es imposible describirla sin referirse al devenir espacio-temporal, connatural en nosotros.
Es necesario comprender más a fondo la antinomia de nuestro ser espacio-temporal, que sin embargo posee en sí aspectos fundamentales continuamente presentes que son aespaciales y atemporales. Con este objetivo se puede emprender el estudio de las manifestaciones del inconsciente. Una vía interesante es el estudio de la poesía moderna, y otra fuente fecunda de información son los sueños y el análisis de los síntomas y fantasías de los neuróticos.   
Caso clínico: Un paciente habla en su análisis de su variada actividad sexual polígama. Repetidamente en su vida se había involucrado en aventuras, desarrollando una actividad sexual intensa. Parecía vivir sin preocupaciones y mostraba, más o menos explícitamente, un cierto orgullo por su éxito con las mujeres. En el curso de un análisis largo y trabajoso, afloraron gradualmente diversas raíces de esta actividad.
El joven no tenía ninguna inquietud que lo empujara a desear una relación más permanente con una mujer. Se trataba de un hombre dedicado al trabajo, muy responsable y ambicioso en su profesión y llamaba la atención el contraste entre este aspecto de su vida y su irresponsabilidad con respecto al sexo opuesto. Parecía muy satisfecho al seducir mujeres casadas y no manifestaba deseos de casarse ni de tener hijos. Sentía una especie de orgullo mezclado con diversión cuando se encontraba en alguna reunión con los maridos traicionados, ignorantes de la relación existente entre él y sus respectivas mujeres.
Tenía, sin embargo, un síntoma que lo atormentaba: cada vez que entraba en un lugar público con una mujer, temía que alguno lanzara a su acompañante miradas impertinentes, o que intentara bailar con ella, dejándolo en ridículo. Este temor le provocaba una profunda angustia.
A pesar de estas dificultades, en varias ocasiones había entrado en relaciones más íntimas con algunas mujeres y había considerado la posibilidad de casarse. Pero siempre, sin excepciones, esta situación había suscitado en él un estado de desasosiego angustiante, una tendencia a la fuga, que lo había inducido a romper el vínculo. Las razones que aducía eran diversas, siendo el denominador común que la chica no era para él: una era poco atractiva y su devoción no alcanzaba para compensar este defecto; otra era graciosa, pero demasiado alta o demasiado baja; otra no daba mucha confianza en cuanto a su fidelidad; otra no era virgen, lo cual era degradante; otra provenía de un ambiente social insatisfactorio. En otros casos simplemente decía que no quería casarse. Era obvio que se trataba de racionalizaciones.
Por medio de un análisis prolongado se pudo reconstruir el significado de su comportamiento. El paciente presentaba las siguientes tendencias o emociones:
1)     Intensa atracción sexual hacia su madre; tal atracción estaba bien disimulada, pero podía constatarse su expresión en la relación con otras mujeres. El paciente atribuía un valor enorme a las nalgas femeninas, con el avance del análisis recordó que una vez, cuando era chico, su madre se había sentado sobre su cabeza. En los juegos sexuales preliminares, daba gran importancia a la visión de las nalgas, y la relación sexual anal con la mujer tenía un especial significado para él.
2)      Intenso temor con respecto al padre.
3)      Tendencia a la sumisión masoquista.
4)      Identificación con la madre.
5)      Intensa agresividad hacia la mujer, que simbolizaba la madre.
Algunas actividades del paciente representaban la satisfacción simultánea de tendencias contrapuestas. El coito anal, por ejemplo, representaba un contacto con la madre, a través del evento infantil mencionado; representaba también sumisión masoquista al padre, era como si únicamente el padre tuviese derecho al coito vaginal, mientras que a él solo le era permitido un contacto degradante con un aspecto sucio de la madre. En muchas ocasiones, casi habitualmente, prefería el coito anal, aun con las mujeres solteras, debido a su gran temor a embarazarlas y ser castigado por ello.
El coito anal representaba además agresión contra el padre (poseyendo su mujer -todas las mujeres pertenecían al padre-) y contra la madre (degradándola, tratándola con desprecio).
El coito anal representaba contemporáneamente una satisfacción edípica, un desafío edípico, un sometimiento edípico, una venganza agresiva contra el padre y una agresión contra la madre. Esta complejidad era a veces torturante, porque las tendencias que encontraban su vía de escape y se satisfacían en un único acto, eran contrastantes entre sí, siendo difícil para su yo encontrar satisfacción de esta manera.
Se puede verificar un fenómeno análogo con respecto a la bisexualidad. Su madre había deseado intensamente que en su lugar naciera una niña y lo vistió de nena lo más que pudo. En una ocasión, cuando era chico, su madre le dijo que su pene era tan pequeño que en realidad era inexistente y que entonces él era una mujer. Le dijo: “Mira, no tienes pitito”.
El paciente se torturaba por las dimensiones de su órgano sexual, al que presumía inmodificablemente pequeño, y esta preocupación representaba una condensación de su identificación femenina con la madre y de su protesta masculina; el mismo síntoma expresaba dos tendencias opuestas. Su identificación femenina era un enmascaramiento para satisfacer su masculinidad: haciendo que su compañía fuese tolerada por inofensiva, como si él mismo fuese una mujer entre otras, podía engañar al padre y satisfacer con ellas su masculinidad. Era como si se introdujera en un harén disfrazado de mujer o de eunuco y una vez dentro poseyera a todas las mujeres.
En sus relaciones sexuales adoptaba posiciones femeninas, siendo en su fantasía hombre y mujer a la vez.
En el análisis manifestó temporariamente gran angustia por el descubrimiento de esta particularidad y de otros pequeños actos, sentimientos y fantasías en los cuales la misma actividad que expresaba femineidad servía también para expresar la virilidad.
A medida que el análisis proseguía se hacía cada vez más evidente que su actividad heterosexual estaba llena de agresividad. En muchos actos banales a primera vista se veía una tendencia constante a devaluar a la mujer y a forzarla a una sumisión humillante.
Casos como esto son bien conocidos por los psicoanalistas. El tratamiento consiste, en primer lugar, en descifrar las comunicaciones implícitas en los síntomas y en llegar a expresarlas verbalmente en forma adecuada. Consiste, entonces, en uno de sus aspectos, en transformar o traducir las comunicaciones no verbales en comunicaciones verbales. Pero cuando perseguimos este objetivo, nos encontramos con que, como en el caso expuesto, la comunicación no verbal que está implícita es tan rica y múltiple que de pronto de nos presenta el problema del espacio y del tiempo.
En el mundo físico, espacial, una acción que consiste en un desplazamiento material en cierta dirección no puede hacerse simultáneamente en dirección opuesta. No se puede ir contemporáneamente al norte y al sur. En el campo de la actividad física corpórea, una misma acción llevada a cabo por la misma parte del cuerpo no puede ser a la vez una penetración masculina y un ser penetrado como una mujer. Hacer estallar un objeto no puede implicar al mismo tiempo hacerlo volar en mil pedazos y preservarlo. En términos generales, las acciones físicas respetan necesariamente las limitaciones derivadas de su naturaleza, que es espaciotemporal. Entre estas limitaciones podemos incluir la contigüidad (dos cuerpos no pueden estar en el mismo lugar al mismo tiempo) y el respeto por la sucesión temporal (un suceso no puede ser anterior y posterior con respecto a otro).
La mente, en cambio, no conoce estas limitaciones. La misma acción puede representar conjuntamente masculinidad y feminidad (penetrar y ser penetrado), destrucción y conservación, rebelión y sumisión. El mismo individuo puede ser padre e hijo de otro.
A primera vista, esto no constituiría un problema, ya que se trata de dos campos distintos: el físico y el psíquico. Pero las dificultades comienzan cuando consideramos que cada actividad mental se expresa en el ser humano en relación con alguna actividad física, y que la metáfora y el símbolo, tan importantes en la expresión de lo psíquico, siempre hacen referencia a un correspondiente físico. A partir de esto, resalta y se manifiesta una cierta incongruencia de fondo entre la vida psíquica y los procesos físicos mediante los cuales se expresa. En el caso discutido, los actos que expresaban fantasías contradictorias llegaron a ser, hasta cierto punto, sentidos como intrínsecamente contradictorios, pero obviamente no lo eran, mientras que en otros casos sí lo son.
Otro ejemplo que puede ayudar a comprender este concepto. Es el del paciente que después de una pelea con su padre se hizo extraer un diente perfectamente sano. El acto significaba (y tal significado era prácticamente consciente para él) independizarse del padre, a través del siguiente razonamiento: sacarse un diente era perder un diente de leche y esto remitía a crecer, ser independiente, hacerse hombre (adulto). Pero el paciente también sentía que, sacándose un diente tan bello, el cual -como él decía- era la admiración de las chicas, había dañado su virilidad, se había castrado (seguidamente desarrolló la idea delirante de que el médico le había “secado” los testículos, es decir, lo había castrado). Resultaba entonces que en su mente el mismo acto significaba adquisición de independencia (virilidad adulta) y pérdida de la virilidad (castración). Estas dos consideraciones opuestas le provocaban una angustia extrema. En la vida psíquica podían existir simultáneamente dos significados, pero el acto de sacarse un diente debía, en el mundo sujeto a la espacio-temporalidad, tener un único significado: o virilidad o castración. Yendo desde la aespacialidad atemporal de la mente a la espacio-temporalidad del mundo de los sentidos, la múltiple riqueza mental no podía ser contenida en una sola acción: de aquí surgía el conflicto que causaba gran inquietud al paciente. En este caso, el contraste entre el pensamiento que conlleva una condensación (pensamiento simétrico) del sistema inconsciente y el pensamiento de la vida consciente, que respeta el espacio-tiempo, era muy evidente. Pero cada vida humana, aun la más normal, está, si se analiza en profundidad, embebida por este contraste. El síntoma neurótico, típico ejemplo de comunicabilidad no-verbal, está impregnado de esta antinomia, y la misión del tratamiento psicoanalítico es, desde este punto de vista, comprender, sobre la base de un orden armonioso que respeta la espacio-temporalidad, procesos que le son extraños.
En un proceso mental que emplea relaciones simétricas, como las del inconsciente, no tienen vigencia los conceptos de espacio y de tiempo. Si A está antes que B y B está antes que A, como se verifica en las relaciones simétricas, no se puede concebir la sucesión, vale decir que no existe el tiempo. Si B está a la izquierda de A y A a la izquierda de B no hay contigüidad, y sin ella no hay espacio, al menos en el sentido en el que habitualmente concebimos a esta categoría. El inconsciente no tiene noción, entonces, ni del espacio ni del tiempo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario