Comunicaciones no verbales y su relación con la comunicación
verbal
Los seres humanos se
comunican entre sí a través de la palabra (hablada o escrita), los gestos y las
actitudes, pudiéndose hablar entonces de lenguaje
verbal y no verbal. Sin embargo, esta distinción no es suficiente, ya que
es posible agregar otra variedad de comunicación entre los seres humanos, que
no estaría incluida entre las mencionadas. Se trata de lo que
podría llamarse comunicación directa
entre dos personas que no hacen uso, en forma obvia o exclusiva, de las dos
variedades precedentes. Es probable que dos personas que se aman establezcan un
contacto y se comuniquen entre sí, no solo a través de palabras, gestos y
acciones que pueden ser oídas y observadas por cualquiera, sino a través de un
vínculo secreto, quizás más importante que lo observable.
Cada ser humano parece emanar una atmósfera especial entorno a sí. Cada uno, en frente a los demás, reacciona de modo complejo y múltiple, y, aparentemente, estas reacciones no son el resultado de algo que sea evidente a primera vista. Incluso los animales, por ejemplo, los perros, parecen estar dotados de una capacidad especial para captar al desconocido que entra en casa, y pueden llegar a expresar una desconfianza, a veces justificada, que no se basa, sin embargo, en nada obvio. Es posible que esta “atmósfera” sea el resultado de una captación inconsciente de gestos sutiles e imperceptibles y de significados que subyacen a las palabras, o que surja de un impacto más directo, que no haga uso de vehículos intermediarios: es difícil decir cuál de estas dos formas corresponde a la realidad. Lo que parece cierto es que la atmósfera que cada ser humano evoca en el otro se produce por algo que va más allá de las palabras o los gestos concretos, y que es en cada caso la resultante de un complejo de factores que se diferencia de los otros dos tipos de comunicación mencionados. Podemos, en conclusión, postular dos variedades generales de comunicación:
Cada ser humano parece emanar una atmósfera especial entorno a sí. Cada uno, en frente a los demás, reacciona de modo complejo y múltiple, y, aparentemente, estas reacciones no son el resultado de algo que sea evidente a primera vista. Incluso los animales, por ejemplo, los perros, parecen estar dotados de una capacidad especial para captar al desconocido que entra en casa, y pueden llegar a expresar una desconfianza, a veces justificada, que no se basa, sin embargo, en nada obvio. Es posible que esta “atmósfera” sea el resultado de una captación inconsciente de gestos sutiles e imperceptibles y de significados que subyacen a las palabras, o que surja de un impacto más directo, que no haga uso de vehículos intermediarios: es difícil decir cuál de estas dos formas corresponde a la realidad. Lo que parece cierto es que la atmósfera que cada ser humano evoca en el otro se produce por algo que va más allá de las palabras o los gestos concretos, y que es en cada caso la resultante de un complejo de factores que se diferencia de los otros dos tipos de comunicación mencionados. Podemos, en conclusión, postular dos variedades generales de comunicación:
a) Aquella que comprende todas las
formas de comunicación basadas en mensajes precisos y diferenciados, a la que
podemos llamar variedad diferencial o
tipo diferencial de comunicación.
b) Variedad integral de comunicación, que consiste en la transmisión de un complejo de mensajes, y se refiere a la atmósfera que es captada por todas o algunas de las personas con las que se establece un tipo especial de relación.
b) Variedad integral de comunicación, que consiste en la transmisión de un complejo de mensajes, y se refiere a la atmósfera que es captada por todas o algunas de las personas con las que se establece un tipo especial de relación.
Distinción entre tema y vehículo de la comunicación.
Esta es una distinción
fundamental que permite comprender mejor el problema. Aquello que se comunica
constituye el tema, mientras que el instrumento, mediante el cual se efectúa o
se recibe la comunicación es el vehículo. Existen los siguientes vehículos:
1) Palabra, hablada o escrita (lenguaje
verbal).
2) Gestos, expresiones o acciones
corporales que se reciben a través de
los órganos de los sentidos. Aquellos que se reciben mediante la vista, como la
mímica (variaciones más o menos fugaces de las expresiones corpóreas visibles)
y la expresión fisionómica (expresiones corpóreas visibles más permanentes), y
aquellos que se reciben a través del oído, como la entonación de la voz. El
oído puede ser también receptor de expresiones constituidas por sonidos que no
son palabras y que expresan admiración, protesta, aprobación (aplauso),
agresión, etc. También la musculatura
y el tacto pueden recibir
comunicaciones: caricia o suave presión de una mano como expresión de amor. En
los seres humanos, el envío de un mensaje directo al olfato es menos frecuente,
y son inexistentes aquellos dirigidos al gusto. Todavía parece un poco
esotérico pensar en el gusto de la leche materna como un vehículo de
comunicación. Aun admitiendo que esto sucediera como consecuencia de una
emoción, se trataría de una comunicación de
segundo grado, un indicio de un estado emocional. En los casos considerados
hay una clara diferencia entre el vehículo receptor
del mensaje, que será este o aquel órgano sensorial, y el vehículo trasmisor, que en la totalidad de los
casos es fundamentalmente una actividad de la musculatura estriada.
3) Acciones que resultan de la actividad
corporal pero que, una vez realizadas, subsisten por sí mismas. Por ejemplo, si
un hombre encuentra al llegar a casa su estudio limpio y ordenado, con un
florero con flores, etc. sabe que su mujer ha querido expresarle su amor de
este modo. Lo mismo sucede si prepara su plato preferido.
4) Comunicaciones que no corresponden a
ninguna de las anteriores. Por ejemplo, la música
y las artes plásticas. Las artes
plásticas comunican mediante la reproducción de gestos o expresiones humanas, o
a través de la tentativa de extraer su esencia abstracta para verterla o
reproducirla en otros esquemas y modelos. Transmiten relaciones evocadoras que
invaden y llenan el espíritu de posibilidades innumerables. En términos lógicos,
tales artes, a partir de un determinado objeto mostrado, evocan en nosotros
símbolos, clases generales, rebosantes de posibilidades concretas. Del símbolo,
de la clase, de la función proposicional, cada uno elige posarse en aquellos
objetos o elementos concretos que representan su historia personal o que mejor
se adaptan a ella. La peculiaridad de la
comunicación artística reside en el hecho de que transmite puntos de apoyo
evocadores, zonas temáticas, que cada uno rellena de acuerdo con su ser y su
devenir.
A estos cuatro grupos se
les podría agregar uno ulterior, aparentemente de otro orden: la comunicación extrasensorial, de la cual
sabemos muy poco y cuya existencia es discutida a pesar de ser reconocida por
psicoanalistas y psicólogos. Habíamos hablado de la atmósfera que difunde cada
uno, y considerado dos alternativas para la producción de este fenómeno: a
través de gestos o acciones que la consciencia no percibe y a través de significados
subyacentes al lenguaje o por vía directa. En el primer caso se trataría de una
comunicación sensorial, en el segundo
de una extrasensorial.
Cuadro clasificatorio
de los distintos tipos de comunicación según el vehículo:
A Comunicación
sensorial
|
1 Comunicación
verbal (lenguaje, palabra escrita o hablada)
| |
2 Comunicación
no-verbal
|
a Gestos o expresiones corporales
| |
b Acciones
| ||
c Producciones artísticas
| ||
d Comunicación directa de la
“atmósfera”
| ||
B Comunicación
extrasensorial: tipo de comunicación no verbal que comprende la comunicación
directa de la “atmósfera” y aquella de mensajes bien determinados
|
La mayoría de los
tipos de comunicación son no verbales [MB prefiere usar la expresión comunicación no verbal a lenguaje no verbal]. Esto no significa
que el número total de comunicaciones no verbales individuales sea mayor que el
de las comunicaciones verbales, que desempeñan un papel fundamental en la vida
humana.
¿Qué se comunica?
El único tema u objeto de la comunicación es lo mental. Aun si la comunicación se refiere a
algo relacionado con el mundo material, lo que comunico es mi experiencia
subjetiva, el resultado de mi estudio u observación, o mis impresiones
personales. Se trata entonces de fenómenos psíquicos. Lo único que podemos
comunicar, sea en referencia al mundo externo o al mundo humano, son nuestras
reacciones o experiencias psíquicas con respecto al objeto externo o interno.
Hay dos tipos de
experiencias psíquicas comunicables: las emociones y los pensamientos.
- Emociones: Si un niño ve a alguien llorando expresiva y sinceramente, captará su emoción y desarrollará en él mismo una análoga. Lo mismo sucede con la risa y otras emociones menos obvias. En estos casos, el individuo que experimenta una emoción la comunica al observador a través del vehículo sensorial. Lo que ha comunicado ha sido su estado de ánimo.
- Pensamientos, juicios, razonamientos: Si con la ayuda del lenguaje se demuestra a otro que la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, se comunica una serie de relaciones entre pensamientos, un razonamiento. Lo mismo sucede cuando se describe un suceso: se enuncia una serie de juicios. En ambos casos, lo esencial es que se comunican series de relaciones, que en un caso se refieren a algo abstracto y en el otro a algo más concreto.
- Emociones: Si un niño ve a alguien llorando expresiva y sinceramente, captará su emoción y desarrollará en él mismo una análoga. Lo mismo sucede con la risa y otras emociones menos obvias. En estos casos, el individuo que experimenta una emoción la comunica al observador a través del vehículo sensorial. Lo que ha comunicado ha sido su estado de ánimo.
- Pensamientos, juicios, razonamientos: Si con la ayuda del lenguaje se demuestra a otro que la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, se comunica una serie de relaciones entre pensamientos, un razonamiento. Lo mismo sucede cuando se describe un suceso: se enuncia una serie de juicios. En ambos casos, lo esencial es que se comunican series de relaciones, que en un caso se refieren a algo abstracto y en el otro a algo más concreto.
Resumiendo, lo que se comunica, el tema de la
comunicación, son emociones y relaciones.
El segundo tema
pertenece, por su esencia, al territorio de lo inteligible; la emoción, en
cambio, como la sensación pura (por ejemplo, el dolor), tendría en sí un aspecto esencial ininteligible, entendiendo por inteligible algo que tiene relación
con el pensamiento; sin embargo, la emoción sugiere, a quien la observa o
experimenta, expresiones y formulaciones, adheridas a ella que sí son
inteligibles. En otras palabras, un aspecto de la comunicación de la emoción
(fenómeno que es en parte extraño al reino de lo inteligible) se efectúa a
través de lo inteligible.
A menudo una misma
comunicación comprende a ambos temas.
Nos podríamos
preguntar si no existe un tercer tipo de comunicación: la actitud. Una actitud
de un ser humano es el resultado de emociones y pensamientos que toman cuerpo
en la acción, esta última implica movimiento, el cual es en sí extraño a la
vida psíquica, y, como tal, incomunicable. La acción puede ser el resultado de
emociones y pensamientos, pero entonces entra dentro de las categorías de los
temas mencionados.
Las modalidades de la
comunicación. Transmisión, información, comunicación en sí, evocación y
provocación.
Cuando se comunica se
está transmitiendo algo a quien
recibe la comunicación. Existen diversas maneras o modalidades de transmitir un
tema y conviene separarlas conceptualmente, porque en la práctica pueden
realizarse juntas. Hay aspectos del propio ser o devenir que parecen
incomunicables, otros, en cambio, son comunicables.
Es imposible comunicar
el dolor en sí. Esto vale para todos los eventos corporales. Lo que se transmite o comunica en estos
casos no es la experiencia, sino información sobre esa experiencia. Se
puede llegar a bosquejar un cuadro impresionista que de un modo u otro
transmitirá a quien escucha algo de esa experiencia interior, siempre y cuando
sea satisfecha una condición imprescindible: que la persona que escucha haya
padecido algo similar, cuyo recuerdo le permita reconstruir de un modo más o
menos fiel el estado que se intentó transmitir. Sin embargo, nunca se podrá
comunicar tal experiencia, solo se podrán hacer referencias a ella, comunicar sobre ella, informar.
Si se quiere demostrar
que la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos,
nos encontramos en una situación completamente diferente. Cuando pensamos,
ocurren en nosotros una serie de hechos subjetivos, como sensaciones internas
(tensión muscular periocular, sensaciones cenestésicas, etc.), así como
procesos metabólicos cerebrales por debajo del umbral de la percepción. Estos
hechos no son comunicables en sí, y pertenecen al grupo que hemos considerado conformado
por las cosas que son objeto de información. Sin embargo, al mismo tiempo, se
desarrolla el proceso del razonamiento. Con
la ayuda del lenguaje, tal proceso es comunicable en sí. El que lo sigue,
recorre exactamente el mismo camino que quien lo comunica y se apodera de la
totalidad de la experiencia, en tanto y en cuanto es psíquica. Estamos
entonces ante una comunicación de algo en
sí. En casos como este, el lenguaje tiene la misteriosa capacidad de
transmitir y reproducir una experiencia psíquica en forma relativamente
directa. Decimos relativamente, porque el contacto entre dos mentes se efectúa
con el auxilio del lenguaje hablado o escrito, vale decir, a través de un
vehículo. Puede, sin embargo, llamarse directa en cuanto es el pensamiento del
comunicador el que ordena y configura el pensamiento del receptor; no es el
sonido de sus palabras ni la forma de las letras aquello que constituye el
objeto de la comunicación, sino el pensamiento contenido en esos vehículos. Se
puede comunicar algo en sí mientras sea algo abstracto, pero nunca se puede
comunicar una experiencia personal en sí, sea física o psíquica, solo se puede
informar acerca de ella. Lo que hay de concreto en una experiencia física o
psíquica es singular, es propio de cada uno y no se puede dar a otro.
Concluimos, entonces, que las relaciones
(de pensamiento) son comunicables en sí.
Existe una tercera
modalidad de comunicación. En el ejemplo que dimos del niño que llora, la
comunicación dirigida a él poseía el carácter o la modalidad de información,
sin embargo, tenía también la capacidad de evocar, por resonancia, el mismo
tipo de emoción, y es posible que estas dos propiedades vayan por canales
diferentes. Se puede ver a alguien llorar sin sentirse conmovido y esto no
depende solo de quien recibe, sino también de quien transmite la comunicación.
Hay comunicaciones emocionales que por su estructura o modalidad poseen esta
capacidad y otras que no: estamos entonces frente a una tercera modalidad de
comunicación.
Sin embargo, surge la
duda de si la evocación no coincide acaso con la comunicación en sí. Podemos
responder que es posible evocar una emoción sin sentirla, o, al menos, sin
sentirla plenamente, como puede ser un adulto que desea provocar la risa o el
llanto en un niño; en este caso, lo menos que se puede decir es que, aun si la
emoción es del mismo tipo, existe una diferencia cuantitativa entre quien
transmite y quien recibe. También puede verificarse el caso en el que una
actitud emocional de un individuo produzca en otro una emoción de diferente
tipo. Podemos hablar entonces de provocación
de la emoción (a veces la evocación es una variedad especial de
provocación). Es obvio entonces que no se trata de una comunicación en sí: de
hecho, ¿cómo podría comunicarse en sí algo que no se posee?
Existe todavía la
posibilidad de que en algunos casos un estado emocional suscite un estado
idéntico en otra persona, no a través de una evocación, sino a través de un
contacto emocional directo, análogamente a lo que sucede en la transmisión de
un razonamiento. Como en aquel caso, también aquí la transmisión sería directa
solo en cuanto que es psíquica, desde el momento que requiere de un vehículo
material: la expresión mímica. Podría ser, sin embargo, que ésta permita el
contacto psíquico directo, el cual, a su vez, ponga en movimiento en el
interlocutor ese misterioso proceso psíquico de reorganización de fuerzas y de
fusión con otro, fenómenos que constituyen precisamente la emoción. En tal
caso, un estado psíquico se comunicaría directamente a otra persona en la fusión: y sería una comunicación
en sí. Un contacto de este tipo se produciría cuando se establece un contacto
inconsciente entre dos personas, y este contacto constituiría el vínculo más
sólido que podría entablarse entre los seres humanos: si esto fuese verdad, la
comunicación en sí tendría una importancia fundamental.
Aunque todo esto es
abstruso, difícil, y se refiere a cuestiones que están en la base del ser
psíquico, es útil presentarlo, ya que puede abrir la posibilidad de futuras
adquisiciones.
La comunicación sirve
para superar la distancia entre los seres humanos: la información es ya un
primer contacto que rompe la soledad; la evocación se acerca más a la
intimidad, y la comunicación en sí transforma, en cierto sentido, a dos seres
en uno solo: cuando se trata de un razonamiento, se produce la comunidad del
intelecto, cuando se trata de una emoción se produce algo que se asemeja a la
comunión del ser. Es posible que nos esforcemos tanto por obtener comprensión
intelectual porque, siendo esta la más accesible de las dos formas de
comunicación en sí, nos da esperanza de alcanzar la segunda, aquella que todos
anhelamos: la fusión con otro ser.
Es obvio que uno
transmite y otro recibe la comunicación. Habíamos visto que el vehículo
sensorial de la comunicación no es siempre el mismo de aquel que recibe la
comunicación misma; y que también hay que tener presente que cada mensaje es descifrado
por quien lo recibe según su propio modo de reaccionar en ese instante. Puede
entonces suceder que aquel que se recibe sea diferente del transmitido, y esto
por efecto de las deformaciones,
supresiones y agregados que el receptor efectúa. Dittborn hizo el
experimento de leer un breve texto con un contenido capaz de provocar emociones
a un grupo de estudiantes. Al solicitárseles que reprodujera fielmente lo
escuchado, los estudiantes producían versiones que en algunos casos presentaban
notables disparidades con el texto que se les había leído.
En general, se podría
decir que cada uno de nosotros irradia continuamente una cantidad de
comunicaciones y que quienes las reciben son filtros activos que los
seleccionan y elaboran. La comunicación ejerce una cierta acción en quien la recibe. En algunos casos esta acción es
inherente a la comunicación misma, intrínseca a ella: por ejemplo, una
información influye en quien la recibe transformándolo en alguien que sabe algo
que antes ignoraba. En otros casos la acción es extrínseca a la comunicación en
cuanto provoca reacciones: por ejemplo, una orden.
La estructura lógica de las comunicaciones no verbales inteligibles.
La estructura lógica de las comunicaciones no verbales inteligibles.
Algunas comunicaciones
pertenecen al mundo de lo inteligible, mientras que otras proporcionan
información sobre el aspecto puramente emocional de ciertos estados; habíamos
mencionado también que ciertos estados emocionales pueden hacerse conocer
mediante procesos en los que la inteligibilidad juega un papel.
La estructura lógica
implícita o explícita de las comunicaciones no es siempre la misma y es posible
hacer una neta distinción entre dos tipos de estructuras:
I:
Comunicaciones que tienen la misma
estructura lógica que se manifiesta en el lenguaje ordinario. En estos casos el significado es obvio. Por
ejemplo, el envío de rosas rojas a la mujer amada, o el regalo casi ritual de
un puñal que el emperador de Japón ofrecía a los mandatarios caídos en
desgracia, señalando la orden de hacerse el harakiri. Dar un beso, por cuanto
es una acción compleja cuyo propósito o sentido puede ser vaciado o vuelto
convencional, es inicialmente una expresión de afecto; los niños que sacan la
lengua quieren manifestar desprecio o agresión.
Las manifestaciones de
este tipo son múltiples y pueden adquirir una extrema sutileza que a veces vuelve
difícil la comprensión. En el tratamiento psicoanalítico se ven en abundancia y
es tarea del analista saber interpretarlas. Ejemplos:
1) Un paciente padecía una profunda
inhibición de la autoafirmación y tenía miedo a la autoridad, como resultado de
fantasías agresivas que compensaba con actitudes cuidadosas y formales. En una
sesión MB se las interpretó haciéndole constatar estos significados. Al final
de esa sesión el paciente se levantó del diván, le dio la espalda, y se marchó
sin saludar. Era obvio que tal acción significaba una mayor independencia y era
un modo de expresar una cierta agresión en forma de descortesía, actitud
completamente opuesta a la suya habitual.
2)
Otro
paciente pasó por un período en el que llegaba tarde a la sesión. Habiéndoselo
hecho notar (era un acto de rebelión) faltó una sesión y vino al día siguiente
puntualmente, pero a la hora correspondiente al día anterior. En este acto
fallido resulta claro que, contemporáneamente al impulso consciente a llegar
puntual, se manifestaba una rebelión inconsciente a lo que había sentido como
una orden por parte del analista. En la misma acción obedecía y se rebelaba.
Aquí se introduce ya un aspecto más complejo, a través de la condensación, que
se acerca al segundo tipo, aunque sin embargo es fácil formular el significado
de esta acción en términos del lenguaje ordinario.
3) A un agricultor en análisis, su
timidez y temor le impedían imponerse y hacerse respetar. En muchas
interpretaciones MB le había hecho notar numerosas acciones que revelaban un
carácter muy dominante y coercitivo, similar al de su padre; sin embargo, tenía
miedo de su propia agresión, por lo cual reaccionaba con actitudes sumisas. En
una ocasión le habló de un cierto cultivo y MB, agricultor aficionado, cedió a
la tentación de hacerle algunas preguntas sobre el tema, preguntas que no
tenían utilidad para el tratamiento. El paciente respondió cortésmente y luego
agregó con tono autoritario: “Volviendo al análisis…”; y habló de cuestiones
pertinentes al mismo. Era evidente que le estaba reprochando perder el tiempo
en cosas extrañas a la cura, y lo hacía en tono enérgico y vigoroso, en
contraste con su habitual sometimiento. La interpretación en este sentido, produjo
en él una gran descarga en forma de carcajada. En este ejemplo se reconoce otro
aspecto de interés: el paciente habló y en este sentido hizo una comunicación
verbal; sin embargo, el significado más profundo de su intervención no podría
estar contenido solo en sus palabras, sino en el tono y la circunstancia en que
las dijo. Otro tono y otra circunstancia podrían conferirles un significado
diferente. El paciente, sirviéndose del lenguaje, hizo una comunicación no verbal. La
estructura lógica de la comunicación era idéntica a la que se revela en el
lenguaje ordinario.
II. Comunicaciones que presentan estructuras de manera
incomprensible para la lógica de la vida cotidiana. Un joven paciente que manifestó un
episodio psicótico se sacó un diente, después y como consecuencia de una pelea
con el padre. Storch refiere que un esquizofrénico que se amputó un dedo y, al
preguntársele por las razones, respondió que lo había hecho para demostrar que faltaba un lugar. Bunke cita el
caso de otro esquizofrénico que fue al dentista porque un perro lo había
mordido. En estos tres casos estamos frente a acciones a primera vista
incomprensibles y que, aunque por su estructura pertenecen a la categoría de lo
inteligible, no son inteligibles en términos de la lógica ordinaria de todos
los días. Una estructura de este tipo se reencuentra en los sueños y en muchos
síntomas neuróticos.
La reflexión sobre lo
que muestra la experiencia analítica, nos lleva a concluir que, en cada ser
humano, aun en el más normal, se verifican continuamente manifestaciones
estructuradas según una lógica diferente a la del pensamiento científico. Estas
son, en última instancia, las manifestaciones del Sistema Inconsciente,
omnipresente en la vida humana detrás de las apariencias. Lo que resta de este
trabajo estará dedicado a analizar desde diferentes puntos de vista estas
manifestaciones que aparecen tanto en las comunicaciones verbales como en las
no verbales.
La no-comunicación verbal o comunicación críptica o precomunicación.
La lógica del pensamiento simétrico.
Continuamente existen
en cada ser humano estados de ánimo que por su complejidad y estructura no
pueden ser traducidos al lenguaje habitual, estados cuya estructura formal no
respeta, al menos en sus aspectos obvios, las leyes de la lógica de la vida
cotidiana ni del pensamiento científico. En el fondo parece haber algo en cada estado de ánimo o afectivo que no
puede permanecer en los límites de esta lógica, y ya que ésta es la que empleamos
para comunicarnos, se deduce que el lenguaje ordinario es incapaz de comunicar
adecuadamente un estado afectivo. Se puede informar sobre tal estado a una
persona que ya lo haya experimentado, pero para expresarlo es necesaria una modificación bastante profunda de la
estructura del lenguaje mismo.
En los ejemplos
citados de Storch y Bunke los pacientes realizan acciones cuyo significado
comunican con palabras. Tales comunicaciones resultan a primera vista
incomprensibles: estamos ante una comunicación verbal que no comunica, a la que
se puede llamar no-comunicación verbal.
Como eventualmente es posible traducirla, también podría denominársela comunicación críptica o precomunicación.
Hay que aclarar que hay comunicaciones de este tipo que no son verbales. En el
análisis de los síntomas y de las asociaciones verbales de los pacientes
enfrentamos constantemente enigmas de estructura incomprensible a primera
vista. En estos casos el vehículo tiene importancia secundaria: lo que
interesa, en cambio, es la estructura lógica que se manifiesta, mediante un
vehículo que puede ser verbal o no verbal. Como el problema es bastante
difícil, es mejor estudiarlo primero en una expresión verbal y aplicar luego lo
aprendido en su análisis a la comunicación no verbal. Podremos constatar
entonces las íntimas relaciones entre ambos procesos.
Caso de Bunke:
El inconsciente se
rige por el principio de simetría, en
virtud del cual se consideran como simétricas relaciones que, según la lógica
usual, comúnmente llamada aristotélica, no lo son. En la proposición “Juan es
el padre de Pedro” la relación entre Juan y Pedro no es simétrica, porque su
inversa (Pedro es el hijo de Juan) no es idéntica. Pero en la proposición “Juan es
hermano de Tomás” la relación entre ambos es simétrica. Ahora, si tratamos como
simétricas relaciones que en la lógica usual no son simétricas, se torna
comprensible el proceso lógico por el cual el paciente mordido por un perro
consulta al dentista. Si el perro ha mordido al paciente, según la “lógica
simétrica” el paciente ha mordido al perro, y en virtud de esta identidad el
perro malo (que muerde) es igual al paciente malo (que también muerde). Hay un
corolario del principio de simetría por el cual la parte es igual al todo (si A
es parte de B, B es parte de A; si la totalidad de A está contenida en B, la
totalidad de B está contenida en A, entonces A y B son idénticos). Si el
paciente es malo también el diente (parte del paciente) es malo. Malo en
sentido moral es una subclase de la clase de cosas malas. Malo en sentido
físico es otra subclase, y la enfermedad es a su vez una subclase de la misma.
Según el PS (principio de simetría) cada subclase es igual a la clase, en
consecuencia malo moralmente resulta idéntico a enfermo (diente enfermo). El
dentista cura dientes enfermos… ahora parece lógico que el paciente lo haya
consultado porque un perro lo había mordido.
El proceso analítico
como expresión verbal de la comunicación no verbal y como traducción de la
no-comunicación verbal o comunicación críptica.
Si analizamos el
proceso lógico descripto. Podemos caracterizarlo diciendo que consiste en la introducción de anillos de razonamiento en
los cuales se aplica el principio de simetría en el contexto de una sucesión
que acepta la existencia de relaciones asimétricas. Mediante este
procedimiento puede volverse comprensible algo que inicialmente no lo era. Con
su ayuda, podemos transformar una no-comunicación verbal en una comunicación
(verbal).
Si algunas
comunicaciones no verbales pueden ser expresadas mediante no-comunicaciones
verbales (como de hecho sucede), es posible, por lo tanto, transformar una
comunicación no verbal en una verbal. Esto
es lo que, en su más profunda esencia, hace la totalidad del proceso
terapéutico psicoanalítico. Una parte de este procedimiento, la
interpretación de los sueños, apunta, en parte, a la transformación o
traducción de una no-comunicación, o comunicación críptica (verbal o no
verbal), en una comunicación verbal.
La importancia o
extensión de este proceso se torna evidente si recordamos y consideramos que en
nuestra vida psíquica el Inconsciente
está en perpetua actividad, y que si pudiéramos hablar de proporciones diríamos
que gran parte de esa actividad se rige por el PS y no se traduce nunca en
expresiones verbales. Una parte es promovida al rango de no-comunicación verbal
y entonces podemos tomarla y transformarla en comunicación verbal. Esta última,
como Alicia en el país de las maravillas, es el único día de cumpleaños en
medio de 364 días de no-cumpleaños.
Así las cosas, resulta
más fácil expresar en forma precisa las referencias que se han hecho en la
literatura psicoanalítica a los aspectos no verbales de la mente y su relación
con la expresión verbal. M. Klein habla de “memories in feelings” y
eventualmente las expresa en términos verbales. Por la naturaleza misma de las cosas, parece imposible expresar
científicamente los resultados de las indagaciones de la mente sin hacer uso de
la expresión verbal. Como, sin embargo, lo más esencial de la mente queda por
fuera del ámbito de lo verbal, no queda otra alternativa, para penetrarlo, que
traducirlo a alguna forma de expresión verbal que lo ponga al alcance de
nuestro pensamiento. El objetivo no es tan desesperado si enfrentamos el problema del modo y con las herramientas que hemos
ilustrado.
El problema más
fundamental que se necesita resolver es si lo mental y no verbal en el
Inconsciente es ininteligible en sí, o si alternativamente, pertenece al
territorio de lo inteligible, solo que parece ininteligible. Un conjunto de
sílabas y letras tiradas al azar no dicen nada, está fuera del territorio de lo
inteligible, mientras que una frase escrita en una lengua desconocida es
ininteligible solo para quien no conoce esa lengua. Análogamente, eso que vemos
como el palpitar del Inconsciente más profundo, del inconsciente no reprimido,
parece a primera vista radicalmente incongruente e ininteligible: tal sería una
parte o un aspecto de la emoción como experiencia psíquica primaria, como puede
ser el dolor, el calor, o cualquier otra sensación. Aunque este aspecto tiende
a expresarse en relaciones, implícitas o explicitas, tales relaciones son
extrañas e incomprensibles a primera vista y parecen ininteligibles. Sin
embargo, si poseemos la clave, podemos traducirlo al lenguaje científico y
volverlo comprensible. La clave, o al menos una clave, está constituida por las
características del Sistema Inconsciente, que pueden expresarse lógicamente en
forma precisa introduciendo el uso de relaciones simétricas en algunos casos en
los cuales el lenguaje científico emplea relaciones asimétricas.
La elucidación de este
problema es fundamental para comprender el proceso terapéutico psicoanalítico y
el funcionamiento de la mente humana en general. Es probable que, en el hombre,
la mayoría de los procesos psíquicos importantes se expresen inicialmente, y
esencialmente, con medios no verbales. Parecería que existe una relación muy
peculiar entre la realidad psíquica (podríamos extender este concepto más allá
de lo psíquico y decir: la realidad del mundo, la realidad del noúmeno) y el
pensamiento, expresado en palabras. Inicialmente el sentir, que constituye la
base fundamental del Inconsciente (y esto debería ser discutido extensamente),
parecería completamente extraño al pensamiento y a la palabra. Sin embargo, el
pensamiento expresado en palabras parece capaz, en cierto modo, de incluir y
atraer a todo dentro de sí. Es paradojal considerar que el
pensar, parte de la realidad, pueda contener toda la realidad, aunque sería
necesario aclarar las relaciones existentes entre la parte y el todo, en este
caso. Cada realidad puede, en cierto modo, ser expresada como pensamiento
verbal, y en símbolos que se asemejan a la palabra, como los símbolos
matemáticos. Supongamos un dolor: podemos describirlo como punzante o
perforante, como estresante, sordo, etc. La realidad misma del dolor es extraña
a la palabra y al pensamiento, es absolutamente inconmensurable con respecto a
ellos; sin embargo, la imagen y el pensamiento que se expresan con la palabra
hacen referencia a la experiencia de la realidad externa, física, y, con la
ayuda de tal experiencia, se puede evocar un mundo que refleja de manera más o
menos adecuada (para quien ha tenido experiencias similares) la realidad
psíquica del dolor, es decir, la realidad interna. El proceso es similar a
aquel por el cual en el dibujo se reproduce un efecto de perspectiva
tridimensional a pesar de que las líneas sobre el papel estén trazadas solo en
dos dimensiones. Es similar también al intento de incluir un círculo en un
polígono: a medida que aumenta el número de lados, se va acercando al contorno
del círculo, aunque para que coincidan el número de lados debe ser infinito.
El pensamiento verbal
puede adecuarse cada vez más a cierta realidad psíquica, que puede ser en su
esencia conceptualmente inconmensurable con ese pensamiento. El procedimiento de la cura analítica puede
ser descripto desde este punto de vista como el esfuerzo siempre creciente por
verter en términos verbales procesos psíquicos que, en su esencia inicial, son
extraños a la palabra. Los contactos o las comunicaciones no verbales que se
verifican entre analizando y analista son susceptibles de ser expresados
eventualmente en palabras. Esto no significa que una parte al menos de la
efectividad de tales contactos no sea independiente de su expresión verbal. De
hecho, mucho del trabajo analítico, quizá la parte más importante, sucede fuera
del ámbito de lo verbal. Lo mismo ocurre con los grandes sentimientos entre los
seres humanos: el amor penetra más allá de la palabra. Sin embargo, una
realidad oscura del ser exige, para la eficacia del tratamiento, que una parte
del sentimiento se verbalice. Es evidente que no hay manera de curar mediante
el análisis sin hacer uso de la interpretación, que es en esencia la verbalización
de un proceso no verbal. La eficacia
terapéutica está condicionada por la posibilidad de verter en el vaso de las
palabras la realidad no verbal del ser. Cualquier comunicación no verbal, para
devenir eficaz, debe, en última instancia, ser puesta en relación con alguna
expresión verbal.
La relación que se
instaura entre la realidad no verbal y la realidad del pensamiento expresado en
palabras no es necesariamente una relación de 1 a 1, para emplear una expresión
aritmética. Podría darse, prosiguiendo con esta comparación, que 10, 100 o 1000
de la realidad no verbal necesite de 1 de la realidad verbal. Esta última casi
tendría un significado catalítico en el proceso de transformación. Su
presencia, aunque sea infinitesimal, sería necesaria para el resultado
terapéutico.
En un principio Freud
habló de hacer consciente lo inconsciente. Con esta fórmula esquemática
expresaba algo de aquella relación misteriosa entre la palabra y el
Inconsciente, que es “la verdadera realidad psíquica; la cual, en su íntima
naturaleza es tan desconocida como la realidad del mundo externo…”. Freud se
dio cuenta de que tal formulación no correspondía del todo a la realidad: da la
impresión de que la sintió como muy intelectual y quiso, por lo que parece,
expresar la íntima relación que existe entre emoción y terapia diciendo que lo
esencial en la cura es el vencimiento de las resistencias. Sin embargo, esta
nueva formulación, que efectivamente agrega algo nuevo, no significaba excluir
la importancia de la relación Consciente-Inconsciente en el análisis: el rol
fundamental de la interpretación es un perpetuo testimonio de tal importancia.
Transmisión y recepción
de la comunicación. Comunicabilidad y comunicación.
Un mensaje telefónico
es, sin duda, una comunicación. Sin embargo, si caminando por la vereda escucho
una voz proveniente de una ventana de un segundo piso, una mujer que canta
mientras hace sus tareas, ¿es también una comunicación? Considerando estos dos
ejemplos es posible establecer la diferencia entre comunicación y
comunicabilidad. En el primer ejemplo es evidente la intencionalidad de
comunicar algo, mientras que en el segundo no lo es. Ambos ejemplos, sin
embargo, tienen en común el hecho de que la expresión contenida (mensaje en un
caso, canto en el otro) es comunicable, vale decir que tiene la potencialidad de ser una comunicación: eso
es comunicabilidad. Esta distinción es importante, porque una buena parte
de las manifestaciones que el paciente produce en el tratamiento psicoanalítico
no son, en realidad, comunicaciones, aunque implican comunicabilidad. Del mismo
modo vagan por el espacio una gran cantidad de ondas que nadie a dirigido a
nadie, pero que pueden ser captadas por algunos instrumentos construidos por el
hombre.
Algunos piensan que todas
las acciones de un paciente en análisis, ya sea durante la sesión o fuera de
ella, por el solo hecho de ser contadas en análisis, son en el fondo mensajes o
comunicaciones dirigidos al analista, o, mejor dicho, que el paciente tiene la
intención de dirigírselos. Tal opinión se asocia por lo general a una
concepción de la transferencia según la cual cualquier acción del paciente
tiene un significado transferencial directamente dirigido al analista. Algunos
analistas que sostienen este punto de vista tienden, antes o después, a
interpretar todo en primera persona, aun cuando una acción dada esté referida
obviamente a otra persona, e incluso si tal acción estuviera en relación con otra
persona y fuera anterior a haber conocido al analista. Se podría suponer que
estas opiniones están inspiradas en las orientaciones de M. Klein, aunque en
verdad, su última obra: Narrative of a
child analysis, en la cual expone en detalle su técnica, no parece favorable
a la tesis de que tales opiniones fueran afirmadas por ella; en otras palabras,
muchas interpretaciones de transferencia a las que hace referencia no parecen
inspiradas en estas concepciones.
Este punto de vista no
es el resultado de una observación exacta, sino más bien un preconcepto, un
prejuicio, al que subyace una concepción imperfecta de la mente.
El problema puede
extenderse también más allá del ámbito del análisis y ser formulado en forma
general en la siguiente pregunta: ¿la distinción entre comunicabilidad y
comunicación, que conceptualmente se presenta clara, existe también en la
realidad de la vida psíquica? La comunicación puede definirse como una
comunicabilidad dirigida, consciente o inconscientemente, a una otra persona; y
es, entonces, una variedad de la segunda. Si toda comunicabilidad está dirigida
a alguien, entonces en la práctica no es necesario distinguir entre
comunicabilidad y comunicación, ya que la primera sería solo un aspecto de la
segunda.
Expresiones en lógica
simbólica de las diferencias entre comunicaciones consciente e inconscientes.
El misterio de la relación Consciente-inconsciente.
Para intentar resolver
este problema, es necesario considerar que la comunicabilidad está ligada a la inteligibilidad. Lo comunicable es
también inteligible, efectiva o potencialmente. Se podría pensar que, si un ser
humano expresa algo inteligible, en acciones o en palabras, eso que expresa
está dirigido a otro que sea capaz de comprenderlo: no es sin embargo obvio que
las cosas sean necesariamente así. Es
cierto que las reacciones humanas que estudiamos en el psicoanálisis siempre
tienen que ver con las relaciones emocionales con otras personas, para empezar,
con la madre; son reacciones a acciones
y actitudes de otra persona, aun en los casos en los cuales la fuerza de los
propios instintos, y no lo que la otra persona ha hecho, sea el factor
preponderante. Sin embargo, el problema que interesa está en establecer, antes
que nada, si tales reacciones a algo
que otra persona hace están siempre dirigidas
a esa otra persona: la respuesta parece ser afirmativa. La introyección, la
proyección, la represión y todos los mecanismos de defensa se refieren a la
actividad mental ligada a impulsos instintivos y como tales están orientados
hacia algo. Este algo es siempre alguien,
si se consideran las manifestaciones instintivas no indiscriminadamente, sino
solo aquellas que tienen que ver con la vida mental propiamente humana. Por lo
tanto, podemos concluir que cada comunicabilidad está dirigida hacia alguien y
entonces es comunicación.
Sin embargo, a la luz
de la experiencia analítica, constatamos de pronto que hay un gran contraste
entre la comunicación consciente y aquella del inconsciente. La primera está
dirigida a un individuo o a un conjunto de individuos, mientras que la segunda
se dirige a una imago. En la actividad
inconsciente se ama, se odia, se teme a una persona dada (por ejemplo, el
analista) en cuanto representa una
determinada figura (por ejemplo, el padre). Una persona es fácilmente
sustituible por otra que para el Inconsciente desempeña el mismo rol; y esto es
en esencia lo que Freud ha llamado movilidad de carga (catexia) del Sistema
Inconsciente. En las relaciones inconscientes de una persona con otra, esta no
existe como individuo, sino solo en cuanto representa una imago. En términos de
lógica simbólica, el Sistema Inconsciente
establece contactos (emocionales) con un individuo, solo en cuanto este
representa a una cierta clase, o, en otras palabras, en cuando expresa la
función proposicional que define a esa clase. A lo mejor podemos dar un
paso adelante y decir que el Sistema
Inconsciente establece contactos solamente con funciones proposicionales que
definen alguna actividad. La introducción de la limitación mencionada
(actividad) merece ser explicada. Las imágenes del padre o de la madre tienen
sentido en la medida en que son activas, por ejemplo, aman, dan, odian,
agreden, etc. Parecería que el sistema Inconsciente, que se apoya en lo
instintivo se interesa por alguien solo en cuanto ese alguien hace algo.
Ahora estamos en
condiciones de responder a la pregunta que nos habíamos hecho, y la respuesta
es que cada manifestación psíquica sería
en el fondo una comunicación, pero aquellas que surgen del Inconsciente están
dirigidas a símbolos o clases o a funciones proposicionales, mientras que
aquellas conscientes (o preconscientes) se refieren a individuos o a grupos de
individuos concretos.
Desde el punto de
vista de la técnica psicoanalítica es importante hacer esta distinción, y
establecer claramente cuando una manifestación observada se refiere al analista
como individuo concreto o como símbolo, o, cosa muy frecuente, al analista como
ambas cosas. Un error en este sentido puede provocar reacciones críticas por
parte del paciente, que no son resultado del conflicto, sino de un desacuerdo
justificado
Interrelación y mezcla de los dos tipos de comunicación.
Como venimos diciendo,
la comunicación consciente se dirige a individuos concretos, la inconsciente a
imágenes o símbolos, o funciones proposicionales que definen una actividad. Sin
embargo, una reflexión ulterior, lleva a ver que esta distinción no es fácil de
sostener si se la somete a un examen más penetrante. Cuando llamo por teléfono
a mi amigo Francisco y acuerdo encontrarme con él en un determinado lugar para
darle un libro que necesita, es obvio que las comunicaciones entre nosotros, y
las acciones correspondientes, son concretas y no de tipo genérico: Francisco
es un individuo y no una imago, y naturalmente no puede ser sustituido por otro
en tanto y en cuanto mi comunicación conserve su significado inicial. Algo
similar puede decirse de los otros elementos de este conjunto de comunicación-acción.
Si quiero encontrarme con Francisco debo llegar al lugar indicado a la hora
indicada, y si quiero ayudarlo tengo que llevar el libro que él quiere y no
otro. En este caso no basta, para que el encuentro y su objetivo sean llevados
a cabo, la manipulación de conceptos generales y símbolos, imagos y funciones
proposicionales. ¡Qué gran diferencia con aquellas comunicaciones o acciones
con las cuales se expresa el Sistema Inconsciente! Si Francisco es, por
ejemplo, una imago de padre o de hermano, puede ser sustituido por otro
individuo que representa lo mismo. Si el libro conlleva el significado de
regalo oral, como lo es en último análisis la leche materna, puede ser
sustituido con relativa facilidad por alguna otra cosa. Vemos entonces que mientras los contactos de tipo consciente se
mueven en el mundo de lo concreto e insustituible, en aquellos de tipo
inconsciente tenemos que vérnoslas con un mundo más fluido y nebuloso de
imágenes, símbolos, funciones proposicionales que definen una actividad.
Si de las comunicaciones
concretas entre los seres humanos, que apuntan a actividades concretas, pasamos
a considerar las relaciones emocionales
nos adentramos de pronto en un terreno mucho más oscuro. Imaginemos un joven
sano, equilibrado, “normal”, que se enamora de una bella muchacha, dulce y
sensible, ella también sana, equilibrada y normal, que corresponde a su
sentimiento. Se casan y viven felices, fundan una familia modelo, se aman
mutuamente y tienen cuatro o cinco hijos. Su vida se desarrolla en un ambiente
lleno de alegría, bondad y salud, cada uno desempeña bien sus tareas, y el
contacto entre ellos es personal e íntimo. Ella es, para él, ella y no otra, y viceversa. Lo mismo
sucede con respecto a los hijos. Las actividades concretas son ordenadas y
armoniosas. Pero avancemos un poco más. ¿Por qué la ama él? Mucho elementos
confluyen en esa emoción llena de riqueza que llamamos amor. Se podría decir
con Amado Nervo:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!
Podría describir su
emoción de otro modo, pero en todos los casos podrá constatarse que en cada
faceta de su amor la mujer amada representa una imago, un símbolo, una función
proposicional. Veamos: la sonrisa suscita profundas resonancias, que, como para
Leonardo la sonrisa de la Mona Lisa, lo remontan a la bondad de su madre, de su
madre real, quien, en el curso del desarrollo, sin cesar de ser real, en su
intimidad se volvió una imago y se perpetuó en una introyección, que él ahora
proyecta en su amada.
Su amada resulta una
imago, un símbolo, y lo mismo podría decirse del blanco o del bronce de su
piel, que evoca la íntima satisfacción del cálido don del amor, de la ausencia
de toda agresión. Su espíritu satisface su necesidad de recibir armonía, bondad
y tantas otras cosas. La persona amada
representa una rica condensación de imagos y símbolos definidos por funciones
proposicionales: la persona amada es una rica multiplicidad de clases.
Vistas así las cosas
se puede preguntar: ¿qué hay de peculiar en esta mujer que su esposo ama tan
concretamente? Desde el punto de vista lógico, considerado ahora, resulta que
lo que singulariza y distingue a esta persona de las otras es la particular
confluencia de un determinado conjunto de imagos o funciones proposicionales.
En términos lógicos se podría definir a esta persona diciendo que para aquel que
la ama ella representa la intersección de
un cierto número de clases determinadas. Dado un alto número de clases
pertenecientes a las relaciones emocionales humanas, las combinaciones posibles
son extremadamente numerosas, y cada una de ellas podría diferenciar a un
individuo de otro de un modo absolutamente preciso.
Resulta entonces que, visto desde el punto de vista
del Sistema Inconsciente, el significado emocional que un ser humano tiene para
otro, el conjunto de comunicabilidad y comunicaciones que lo caracterizan, puede
definirse como la intersección de un conjunto de imagos, símbolos o funciones
proposicionales. Conceptualmente esto es claro y preciso, si bien es cierto
que puede resultar difícil definir todas las funciones proposicionales que
concurren a determinar el significado que un cierto individuo representa para
otro.
Se puede preguntar:
¿dónde reside lo que hay de concreto en las relaciones emocionales entre los
seres humanos? La respuesta no es fácil y en cierto sentido recuerda la
dificultad en la que se debate la física contemporánea, merced a cuyos estudios
la materia se fue esfumando en términos de ondas, ondas que no vibran, ondas de
probabilidad. Lo que había de sólido en nuestras sensaciones se deshizo. La
intercambiabilidad entre materia y energía es un aspecto de este misterio. ¿Qué
decir de la distinción neta entre ambas si una puede transformarse en la otra?
No sé si es posible responder a estas preguntas, pero parece evidente el
paralelo entre la física y las reflexiones psicológicas. El individuo concreto
se fragmenta y disuelve en funciones proposicionales, que son abstractas, del
mismo modo de la materia, sólida y palpable, se concibe en términos de energía o
de ondas, también abstractas.
A lo mejor todo esto
representa solo un problema epistemológico, a lo mejor el proyecto de expresar
adecuadamente la realidad en conceptos es uno demasiado ambicioso, imposible de
realizar. Para hacer un parangón: un vaso pintado puede dar una impresión
bastante vívida de la realidad, pero es incapaz de contener líquido.
De estas
consideraciones resulta que es más fácil comprender el Inconsciente que la
Consciencia. Cuando Freud inició sus
investigaciones, el inconsciente aparecía como un mundo inmenso, inexplorado y
difícil. Con sus geniales intuiciones y especialmente con su definición de las
características del inconsciente, abrió la posibilidad de entrar en este mundo,
y hoy parece posible definirlo con precisión conceptual en términos de una
lógica que emplea el principio de simetría, implícito en la descripción de las
características del Sistema Inconsciente. Mientras tanto el fenómeno que
llamamos consciencia, no ha sido iluminado y permaneció tan oscuro que,
paradójicamente, llegó a ser más opaco a nuestra comprensión que el Sistema
Inconsciente. Hoy es más fácil comprender que un ser humano es un punto de
intersección de numerosas funciones proposicionales, que comprenderlo como un
ser concreto. Es una situación curiosa, comparable a aquella en la cual se
encuentra la física.
La comunicación más
obvia conectada a la palabra es el significado del discurso. Sin embargo, su
capacidad de comunicación no se agota aquí. A través del lenguaje, hablado o
escrito, discurren vastas corrientes de expresión que le confieren una riqueza
y un misterio pleno de significado y de potencia. Si alguien está en el umbral
de su casa y un conocido pasa y se detiene a conversar, el dueño de casa puede,
con una frase, invitarlo a entrar. Según sea la entonación de la voz y la
mímica facial, el invitado tomará a esa frase como una calurosa bienvenida o
como una cortesía formal, una indiferente aceptación de una posibilidad o una
sugerencia de marcharse. En la vida cotidiana, a menudo expresa más el modo con
que se dice algo que el contenido del discurso. “C’est le ton qui fait la
chanson”.
En el lenguaje escrito
la grafología ha descubierto una cantidad de expresiones no verbales del
carácter, entendiendo por verbal aquello que se refiere al significado y no a
los aspectos sensoriales o materiales del lenguaje o escritura.
Aun considerando el
contenido mismo del lenguaje (y aquí no hay diferencia entre el lenguaje
escrito o hablado), vemos que, de hecho, su principal significado está
atravesado por una cantidad de significados transversales y oblicuos, como las
palabras que se leen en un acróstico, más sin utilizar el truco de la lectura
del acróstico. Sucede así que el estilo de una persona expresa sus
características peculiares, y dos personas distintas puede transmitir el mismo
pensamiento evocando resonancias muy diversas.
Freud explicó que los
actos fallidos revelan, por sí decirlo, irrupciones del inconsciente. En la
práctica analítica estamos habituados a considerar numerosas manifestaciones
del lenguaje que, sin ser actos fallidos, tienen en común con ellos el ser
irrupciones del inconsciente. La elección de una palabra en vez de otra casi
equivalente, el pronunciar una frase en un momento y no en otro, ser preciso en
ocasiones en las cuales se suele ser vago, todos estos aspectos y otros más,
sirven para agregar elementos al discurso que crean una atmósfera en torno a su
significado evidente, es decir, a la función proposicional del lenguaje. Toda
esta rica trama no es explícitamente proposicional y no corresponde a la
función obvia de la palabra. Si por lenguaje entendemos no solo aquello que se
refiere a la función proposicional, entonces, considerando todo este rico
conjunto, que en algunos aspectos es verbal, pero no proposicional de manera
directa, y en otros no es ni siquiera verbal (por ejemplo, el hecho de
especificar o no, que no se refiere a la mayor o menor especificación sino a la
oportunidad), estamos plenamente autorizados a decir que cada comunicación proposicional es a la vez una riquísima trama de
comunicaciones no verbales, que se implementan mediante y con la ayuda de
las palabras.
“De la abundancia del
corazón habla la boca”.
Si pensamos que a todo
aquello que comunicamos le corresponde una vida interior, una vida que
reacciona constantemente al devenir, ya sea del mundo externo o del interior de
nosotros mismos, podemos considerar que la sucesión de tales reacciones
representa una forma de comunicación que puede volverse accesible a quien sepa
leerla, ya sea un observador externo o el individuo mismo. En este último caso
podemos hablar de auto comunicación o
relación consigo mismo. El psicoanalista observa y escucha a su paciente, dando
un significado a las relaciones que encuentra tras las manifestaciones,
verbales o no, de su devenir. Muchas veces la simple sucesión de las
manifestaciones psíquicas permite descubrir los procesos inconscientes
subyacentes; otras veces los indicios provienen del contraste entre dos
manifestaciones, de la omisión de algo que debería haber aparecido, o a la
inversa, de la intrusión de un hecho aparentemente incongruente. En toda esta
mezcla de verbal y no verbal, vemos cada día cuán importante es la función de
comunicación no verbal llevada a cabo por el lenguaje.
Cada comunicación
verbal conlleva, requiere y se realiza a través de un proceso psíquico que se
despliega en el espacio-tiempo. La persona que comunica se encuentra en el
espacio, y su comunicación lleva tiempo.
Los objetos de la
comunicación son pensamientos o relaciones abstractas, mientras que la
experiencia psíquica interna es incomunicable en sí. El objeto material puede
ser dado, pero no comunicado. Los pensamientos y las relaciones abstractas son extraños
a las categorías del tiempo y del espacio. Un círculo (como concepto) no está
en ninguna parte real ni deviene en el tiempo. El pensamiento sobre un hecho
concreto (por ejemplo: Juan fue al estadio a ver el partido de fútbol a las
tres de la tarde) se refiere a cosas que se desarrollan en el espacio-tiempo,
pero el pensamiento en cuanto tal, es decir, en su significado, o en las
relaciones que expresa, es extraño al espacio y al tiempo, aun si para su
producción sea necesario un ser que se manifiesta en el espacio-tiempo, y un
proceso en él (el proceso de pensar) que también se desarrolla en el
espacio-tiempo. Cuando alguien comunica un pensamiento, por ejemplo, por medio
de la palabra, provoca o evoca en la persona que recibe la comunicación, un proceso
espacio-temporal al término del cual sobreviene la captación de eso aespacial y
atemporal que es el pensamiento. Esto es obvio y elemental y al mismo tiempo
misterioso e incomprensible. Desde el nacimiento hasta la muerte el hombre
camina por el espacio-tiempo en un continuo devenir, pero está contemporánea y
perpetuamente ligado por hilos invisibles a otra realidad, tanto o más real
para él: la realidad del pensamiento, que es extraña al espacio y al tiempo.
Esta realidad está fuera de él, pero
es también interna: existe en él. Aunque decir que es externa es una manera
inadecuada de expresarlo, ya que alude a algo espacial. Sin embargo, es
imposible describirla sin referirse al devenir espacio-temporal, connatural en
nosotros.
Es necesario
comprender más a fondo la antinomia de nuestro ser espacio-temporal, que sin
embargo posee en sí aspectos fundamentales continuamente presentes que son
aespaciales y atemporales. Con este objetivo se puede emprender el estudio de
las manifestaciones del inconsciente. Una vía interesante es el estudio de la
poesía moderna, y otra fuente fecunda de información son los sueños y el
análisis de los síntomas y fantasías de los neuróticos.
Caso clínico: Un paciente habla en su análisis de su variada actividad sexual polígama. Repetidamente en su vida se había involucrado en aventuras, desarrollando una actividad sexual intensa. Parecía vivir sin preocupaciones y mostraba, más o menos explícitamente, un cierto orgullo por su éxito con las mujeres. En el curso de un análisis largo y trabajoso, afloraron gradualmente diversas raíces de esta actividad.
Caso clínico: Un paciente habla en su análisis de su variada actividad sexual polígama. Repetidamente en su vida se había involucrado en aventuras, desarrollando una actividad sexual intensa. Parecía vivir sin preocupaciones y mostraba, más o menos explícitamente, un cierto orgullo por su éxito con las mujeres. En el curso de un análisis largo y trabajoso, afloraron gradualmente diversas raíces de esta actividad.
El joven no tenía
ninguna inquietud que lo empujara a desear una relación más permanente con una
mujer. Se trataba de un hombre dedicado al trabajo, muy responsable y ambicioso
en su profesión y llamaba la atención el contraste entre este aspecto de su
vida y su irresponsabilidad con respecto al sexo opuesto. Parecía muy
satisfecho al seducir mujeres casadas y no manifestaba deseos de casarse ni de
tener hijos. Sentía una especie de orgullo mezclado con diversión cuando se
encontraba en alguna reunión con los maridos traicionados, ignorantes de la
relación existente entre él y sus respectivas mujeres.
Tenía, sin embargo, un
síntoma que lo atormentaba: cada vez que entraba en un lugar público con una
mujer, temía que alguno lanzara a su acompañante miradas impertinentes, o que
intentara bailar con ella, dejándolo en ridículo. Este temor le provocaba una
profunda angustia.
A pesar de estas dificultades, en varias
ocasiones había entrado en relaciones más íntimas con algunas mujeres y había
considerado la posibilidad de casarse. Pero siempre, sin excepciones, esta
situación había suscitado en él un estado de desasosiego angustiante, una
tendencia a la fuga, que lo había inducido a romper el vínculo. Las razones que
aducía eran diversas, siendo el denominador común que la chica no era para él:
una era poco atractiva y su devoción no alcanzaba para compensar este defecto;
otra era graciosa, pero demasiado alta o demasiado baja; otra no daba mucha
confianza en cuanto a su fidelidad; otra no era virgen, lo cual era degradante;
otra provenía de un ambiente social insatisfactorio. En otros casos simplemente
decía que no quería casarse. Era obvio que se trataba de racionalizaciones.
Por medio de un
análisis prolongado se pudo reconstruir el significado de su comportamiento. El
paciente presentaba las siguientes tendencias o emociones:
1) Intensa atracción sexual hacia su
madre; tal atracción estaba bien disimulada, pero podía constatarse su
expresión en la relación con otras mujeres. El paciente atribuía un valor
enorme a las nalgas femeninas, con el avance del análisis recordó que una vez,
cuando era chico, su madre se había sentado sobre su cabeza. En los juegos
sexuales preliminares, daba gran importancia a la visión de las nalgas, y la
relación sexual anal con la mujer tenía un especial significado para él.
2)
Intenso
temor con respecto al padre.
3)
Tendencia
a la sumisión masoquista.
4)
Identificación
con la madre.
5) Intensa agresividad hacia la mujer,
que simbolizaba la madre.
Algunas actividades
del paciente representaban la satisfacción
simultánea de tendencias contrapuestas. El coito anal, por ejemplo,
representaba un contacto con la madre, a través del evento infantil mencionado;
representaba también sumisión masoquista al padre, era como si únicamente el
padre tuviese derecho al coito vaginal, mientras que a él solo le era permitido
un contacto degradante con un aspecto sucio de la madre. En muchas ocasiones,
casi habitualmente, prefería el coito anal, aun con las mujeres solteras,
debido a su gran temor a embarazarlas y ser castigado por ello.
El coito anal
representaba además agresión contra el padre (poseyendo su mujer -todas las
mujeres pertenecían al padre-) y contra la madre (degradándola, tratándola con
desprecio).
El coito anal
representaba contemporáneamente una satisfacción edípica, un desafío edípico,
un sometimiento edípico, una venganza agresiva contra el padre y una agresión
contra la madre. Esta complejidad era a veces torturante, porque las tendencias
que encontraban su vía de escape y se satisfacían en un único acto, eran
contrastantes entre sí, siendo difícil para su yo encontrar satisfacción de
esta manera.
Se puede verificar un
fenómeno análogo con respecto a la bisexualidad. Su madre había deseado
intensamente que en su lugar naciera una niña y lo vistió de nena lo más que
pudo. En una ocasión, cuando era chico, su madre le dijo que su pene era tan
pequeño que en realidad era inexistente y que entonces él era una mujer. Le
dijo: “Mira, no tienes pitito”.
El paciente se
torturaba por las dimensiones de su órgano sexual, al que presumía
inmodificablemente pequeño, y esta preocupación representaba una condensación
de su identificación femenina con la madre y de su protesta masculina; el mismo
síntoma expresaba dos tendencias opuestas. Su identificación femenina era un
enmascaramiento para satisfacer su masculinidad: haciendo que su compañía fuese
tolerada por inofensiva, como si él mismo fuese una mujer entre otras, podía
engañar al padre y satisfacer con ellas su masculinidad. Era como si se
introdujera en un harén disfrazado de mujer o de eunuco y una vez dentro
poseyera a todas las mujeres.
En sus relaciones
sexuales adoptaba posiciones femeninas, siendo en su fantasía hombre y mujer a
la vez.
En el análisis manifestó
temporariamente gran angustia por el descubrimiento de esta particularidad y de
otros pequeños actos, sentimientos y fantasías en los cuales la misma actividad
que expresaba femineidad servía también para expresar la virilidad.
A medida que el análisis
proseguía se hacía cada vez más evidente que su actividad heterosexual estaba
llena de agresividad. En muchos actos banales a primera vista se veía una
tendencia constante a devaluar a la mujer y a forzarla a una sumisión
humillante.
Casos como esto son
bien conocidos por los psicoanalistas. El tratamiento consiste, en primer lugar,
en descifrar las comunicaciones implícitas en los síntomas y en llegar a
expresarlas verbalmente en forma adecuada. Consiste,
entonces, en uno de sus aspectos, en transformar o traducir las comunicaciones
no verbales en comunicaciones verbales. Pero cuando perseguimos este
objetivo, nos encontramos con que, como en el caso expuesto, la comunicación no
verbal que está implícita es tan rica y múltiple que de pronto de nos presenta
el problema del espacio y del tiempo.
En el mundo físico,
espacial, una acción que consiste en un desplazamiento material en cierta
dirección no puede hacerse simultáneamente en dirección opuesta. No se puede ir
contemporáneamente al norte y al sur. En el campo de la actividad física
corpórea, una misma acción llevada a cabo por la misma parte del cuerpo no
puede ser a la vez una penetración masculina y un ser penetrado como una mujer.
Hacer estallar un objeto no puede implicar al mismo tiempo hacerlo volar en mil
pedazos y preservarlo. En términos
generales, las acciones físicas respetan necesariamente las limitaciones
derivadas de su naturaleza, que es espaciotemporal. Entre estas
limitaciones podemos incluir la contigüidad (dos cuerpos no pueden estar en el
mismo lugar al mismo tiempo) y el respeto por la sucesión temporal (un suceso
no puede ser anterior y posterior con
respecto a otro).
La mente, en cambio, no conoce estas limitaciones. La misma
acción puede representar conjuntamente masculinidad y feminidad (penetrar y ser
penetrado), destrucción y conservación, rebelión y sumisión. El
mismo individuo puede ser padre e hijo de otro.
A primera vista, esto
no constituiría un problema, ya que se trata de dos campos distintos: el físico
y el psíquico. Pero las dificultades comienzan cuando consideramos que cada
actividad mental se expresa en el ser humano en relación con alguna actividad física,
y que la metáfora y el símbolo, tan importantes en la expresión de lo psíquico,
siempre hacen referencia a un correspondiente físico. A partir de esto, resalta
y se manifiesta una cierta incongruencia de fondo entre la vida psíquica y los
procesos físicos mediante los cuales se expresa. En el
caso discutido, los actos que expresaban fantasías contradictorias llegaron a
ser, hasta cierto punto, sentidos como intrínsecamente contradictorios, pero obviamente
no lo eran, mientras que en otros casos sí lo son.
Otro ejemplo que puede ayudar a comprender
este concepto. Es el del paciente que después de una pelea con su padre se hizo
extraer un diente perfectamente sano. El acto significaba (y tal significado
era prácticamente consciente para él) independizarse del padre, a través del siguiente
razonamiento: sacarse un diente era perder un diente de leche y esto remitía a
crecer, ser independiente, hacerse hombre (adulto). Pero el paciente también
sentía que, sacándose un diente tan bello, el cual -como él decía- era la
admiración de las chicas, había dañado su virilidad, se había castrado
(seguidamente desarrolló la idea delirante de que el médico le había “secado”
los testículos, es decir, lo había castrado). Resultaba entonces que en su
mente el mismo acto significaba adquisición de independencia (virilidad adulta)
y pérdida de la virilidad (castración). Estas dos consideraciones opuestas le
provocaban una angustia extrema. En la vida psíquica podían existir
simultáneamente dos significados, pero el acto
de sacarse un diente debía, en el mundo sujeto a la espacio-temporalidad,
tener un único significado: o
virilidad o castración. Yendo desde
la aespacialidad atemporal de la mente a la espacio-temporalidad del mundo de
los sentidos, la múltiple riqueza mental no podía ser contenida en una sola
acción: de aquí surgía el conflicto que causaba gran inquietud al paciente. En
este caso, el contraste entre el pensamiento que conlleva una condensación
(pensamiento simétrico) del sistema inconsciente y el pensamiento de la vida
consciente, que respeta el espacio-tiempo, era muy evidente. Pero cada vida
humana, aun la más normal, está, si se analiza en profundidad, embebida por
este contraste. El síntoma neurótico, típico ejemplo de comunicabilidad
no-verbal, está impregnado de esta antinomia, y la misión del tratamiento psicoanalítico
es, desde este punto de vista, comprender, sobre la base de un orden armonioso
que respeta la espacio-temporalidad, procesos que le son extraños.
En un proceso mental
que emplea relaciones simétricas, como las del inconsciente, no tienen vigencia
los conceptos de espacio y de tiempo. Si A está antes que B y B está antes que
A, como se verifica en las relaciones simétricas, no se puede concebir la
sucesión, vale decir que no existe el tiempo. Si B está a la izquierda de A y A a la izquierda de B no hay
contigüidad, y sin ella no hay espacio, al menos en el sentido en el que habitualmente
concebimos a esta categoría. El inconsciente no tiene noción, entonces, ni del
espacio ni del tiempo.
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